Puente de Cartuja Siglo XVI |
El pasado 12 de noviembre, organizamos un paseo por el sendero del río Guadalete, en el tramo de la Cartuja. Nos acompañó Agustín García Lázaro, de Ecologistas en Acción, promotora del proyecto para la recuperación del sendero del Guadalete, quien nos sirvió de guía, además de facilitarnos información histórica, medio ambiental y patrimonial de la zona y de Lomopardo.
Lomopardo |
Comenzamos
por la parte trasera de la Venta Cartuja, observando que el sendero ya cuenta
con árboles autóctonos plantados hace un par de años, como álamos blancos,
fresnos, acebuches, etc., y algunos mantienen un buen porte, siendo las
pérdidas escasas.
La parte más
próxima al río, está llena de maleza y arbolado, principalmente de eucaliptos y
álamos blancos, a los que se unen los tarajes y los cañizos, siendo imposible
poder ver el curso del río.
Tras una
hora aproximada de recorrido, regresamos al puente, pasando por detrás de la
venta, donde resaltaban los colores rojizos de los Ricinos, que terminaban
junto a una de las inscripciones en las piedras que sirven de base a los arcos.
Agustín nos enseñó documentación y grabados antiguos del puente, así como
actividades alrededor del mismo.
Ricinos (Ricinus communis) |
Nuestro
cicerone se tuvo que marchar, y nosotros seguimos haciendo el sendero por la
parte opuesta, en dirección al vivero de los Hnos. Olmedo, terminando en el
puente sobre el Río Salado.
Arroyo Salado |
TRAMO DE LA CORTA
El pasado
martes, 24 de noviembre, hemos visitado el tramo que nos quedó pendiente, del
proyecto de Sendero del río Guadalete,
a su paso por la Corta.
Comenzamos desde
la parte trasera al restaurante Vecarte 1930, y anduvimos en dirección al
Monasterio de la Cartuja, por la zona más próxima al río.
Las aguas
del Guadalete bajaban muy tranquilas, casi inmóviles, mientras los rayos del
sol se posaban en su cauce, Iluminando sus pausadas orillas, y encendiendo los
crespones dorados de los carrizos, que se mecían por encima de nuestras
cabezas, formando un manto paralelo, que ocultaba las turbias aguas del río del olvido.
De vez en
cuando, alguna fugaz abertura, nos dejaba acercarnos para ver de cerca el paso
calmado de sus aguas, que levemente mecían una pequeña barca apostada entre las
cañas.
Enseguida
alcanzamos el terreno del embarcadero, presidido por un eucalipto, dentro de un
alcorque bordeado por grandes piedras, situado junto al margen del río. Allí
reposaba entre los postes, una barca alargada, de color rojo y con un pequeño
mascarón de proa en forma de cabeza de dragón, no muy agraciada.
Antes de continuar por el sendero, contemplamos a la izquierda algunos álamos blancos de buen porte, cuyas sinuosas ramas, desprendidas de hojas, jugaban con los destellos solares, formando a contraluz figuras de esbeltos bailarines danzando sobre la hierba.
Este segundo
trecho junto al río, contenía a la derecha los abundantes Phragmites australis, y a la
izquierda, muchos brotes de álamos blancos, con jóvenes ejemplares entre los
que hay algunos en el suelo, cortados en su base. Los acompañan en el
recorrido, varios eucaliptos intercalados de distintos tamaños, con un par de
ellos ya secos, aunque aún se mantienen en pie.
Alzando la
vista al frente, el horizonte lo acapara el Monasterio de la Cartuja, rodeado
de frondosa arboleda, destacando en su parte más alta una de sus espadañas,
sobresaliendo entre una fina capa de desdibujadas nubes. Hasta allí llegaba
nuestro objetivo de fin de sendero, bordeando el monasterio, lo más cerca
posible del río.
A medida que avanzábamos, la arboleda en este tramo era monopolizada por eucaliptos de porte medio-alto, en la parte izquierda del camino, pues en la derecha continuaba la tupida cortina de carrizos, que dificultaban la vista del curso del río.
En unos minutos, un pequeño descansadero en la orilla, nos iba a ofrecer una serie de perspectivas fotográficas, en dirección al curso de las aguas y contracorriente, pues un ejemplar de Salix babylónica descolgaba sus tupidas ramas, sin llegar a tocar la superficie, tornándose en protagonista y modelo de planos secuenciales, en este paisaje de ribera.
Salix babylonica |
Una vez arriba, comenzamos a bordear entre árboles, arbustos y matorrales, pasándonos al escalón inferior del bardo, pues el superior ofrecía mucha pendiente.
El sendero estaba tupido de plantas invasoras, sobre todo de Solanum bonariense, que dificultaba a veces nuestro paseo.
Desde nuestra posición, sobresalían entre la
vegetación, la parte superior del lateral del Monasterio, destacando pequeños
torreones, las alineadas tejas de los edificios, las diminutas ventanas de los
dormitorios, las puntas de las espadañas, y el blanco de una linterna
perteneciente a alguna capilla, cercana a una imperfecta araucaria
adosada a los muros.
Llegó un
momento en que no podíamos avanzar, y volvimos hacia el río, intentando buscar
algún hueco entre los cañaverales, pero resultó empresa inútil. No obstante,
localizamos entre los arbustos otro espacio junto a la orilla, donde un gran
eucalipto casi se recostaba sobre las aguas, como si pretendiera establecer un
puente entre ambos márgenes. Las aguas, aunque turbias, seguían en sosiego, y
reflejaban como en un gran espejo, la espesa arboleda regada por el Guadalete, en
este tramo de la Corta.
Fuimos
desandando el camino, para volver al punto de partida, visualizando en nuestras
mentes las posibles alternativas para desarrollar el futuro sendero,
manteniendo el mayor tiempo posible la visión del río.
Bonita
mañana de otoño, en la que hemos disfrutado del recorrido, combinando
naturaleza y patrimonio, esperando que en un futuro próximo, este entorno sea
un reclamo turístico para beneficio de todos los jerezanos.
Nuestra asociación se ha adherido a la propuesta de Ecologistas en Acción para recuperar este sendero, y cuentan con nuestras sugerencias para si es posible llevarlo a cabo.
Quien quiera conocer este proyecto solo tiene que pinchar en el enlace siguiente: