Amaneció el
4 de febrero con buen tiempo, y finalmente decidimos salir de excursión a un
nuevo lugar, que hasta ahora no habíamos ido, pero hacía bastante tiempo
que lo teníamos programado: la Silla del Papa. Nuestro fotógrafo oficial
no nos pudo acompañar, así que el reportaje adolece de sus macros
habituales.
Fuimos 6
compañeros en dos vehículos, y en el punto de encuentro de salida, uno de los
vehículos señalaba posible avería, lo que nos obligó a cambiar de transporte y
retrasar el inicio.
La parada
para desayunar la hicimos en la venta Candela, de Medina Sidonia, con sus
famosas rebanadas de campo XXL.
Llegamos
primeramente al Conjunto Arqueológico Baelo Claudia, a fin de comprobar si
tenía el merendero disponible, y desplazarnos hasta allí para el almuerzo, y a
continuación visitar las instalaciones si teníamos tiempo.
A continuación,
nos trasladamos al inicio de la pista del sendero de la Silla del Papa, dejamos
los coches a un lado, e iniciamos el ascenso, después de las 11.30h.
Pasamos la
casa de la primera curva, estando la pista en ese tramo, en buenas
condiciones. Entre un paisaje de pinares, alcornoques y arbustos variados,
nuestro botánico comenzó a identificar las pequeñas variedades de plantas, a
ambos lados del camino.
La Arenaria
hispanica destacaba
con sus 5 pétalos blancos, espatulados, y anteras de color violeta.
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Arenaria hispanica |
Entre dos
húmedas piedras de color anaranjado, emergía una inflorescencia de panícula
densa y espiguillas dimórficas, cuyo nombre, nos indicó nuestro profesor,
es Lamarckia aurea.
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Lamarckia aurea |
A solo unos
pasos más adelante, una concentración de cabecitas redondeadas, formadas por
diminutas inflorescencias de flores blancas de 4 pétalos (aunque también las
hay color violeta), llamadas Lobularia maritima, las cuales
continuaron apareciendo en varias ocasiones, a lo largo del sendero.
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Lobularia maritima |
Volviendo la vista hacia un lado, la masa arbórea que formaban la copa de los árboles, se rozaba con las densas nubes grises del horizonte, y entre ambas, el mar esparcía su calma azulada, interrumpida por la presencia de grandes barcos que surcaban la bahía.
La pista
tenía tramos en muy mal estado, y con grandes desniveles que obstaculizaban el
paso de vehículos que quisieran acceder a la cima.
Seguimos
enumerando las plantas encontradas a ambos lados del sendero, destacando su
colorido entre los diferentes árboles y arbustos, siendo las que nombramos a
continuación, más habituales en otros recorridos. Nos referimos al Erodium
moschatum, de color rosado con 5 pétalos; a la Oxalis pes-caprae,
también de 5 pétalos, pero color amarillo dorado; y finalmente la Crepis
vesicaria subs. haenseleri, con lígulas amarillas en número entre 50 y
70.
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Erodium moschatum |
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Oxalis pes-caprae |
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Crepis vesicaria subs. haenseleri |
Algunos ejemplares de buitres leonados, surcaban el cielo azul sobre nuestras cabezas, desplazándose de un lado a otro, aprovechando las corrientes de aire, al son de una música imaginaria y sosegada, que les hace mantener estáticas sus alas extendidas. Son momentos placenteros, en los que podríamos tirarnos sobre la hierba y contemplar el ir y venir de estas grandes aves.
Varios
arbustos de Stauracanthus boivinii con escasas flores
amarillas, provistas de estandarte, quilla y alas, se mezclaban a la sombra de
los elevados Pinus pinaster, cuyas acículas son
pares y las piñas entre 10-20 cm. cónicas, siendo el árbol predominante a lo
largo del sendero. Continuamos nuestro ascenso, donde se iban repitiendo
algunas de las plantas mencionadas, y nos paramos destacando el colorido de
la Scilla monophyllos, una planta bulbosa de flores
azules, de 6 pétalos y 6 anteras también azuladas, y filamentos estaminales.
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Stauracanthus boivinii |
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Pinus pinaster |
Scilla monophyllos |
Fuimos encontrando algunas setas al pie del sendero, inexplicablemente de buena calidad, y que nuestro mejor conocedor de ellas se encargó de ir echándolas en su zurrón, ante la inexistencia de canasto, ya que no pensamos en esa posibilidad. Concretamente, fueron ejemplares de Lepista nuda (color morado) y Pleurotus ostreatus, que nuestro amigo dio buena cuenta de ellas en la cena de ese día.
Seguimos
avanzando contemplando a nuestro alrededor los bordes montañosos de piedra
caliza gris, abrazada por la masa verde de árboles y arbustos que cubren
los pocos espacios que dejan los huecos rocosos.
Nuestra
curiosidad botánica nos hizo fijarnos en la Biscutella baetica,
inflorescencia en racimos laxos de flores con 4 pétalos amarillos
y estambres con filamentos.
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Biscutella baetica |
Una de las
curvas del camino, estaba flanqueada por grandes rocas, y unimos nuestros
brazos en paralelo cubriendo ambos extremos de la angostura para inmortalizar
el momento.
Algunas
nubes oscuras volvían a cubrir el horizonte, y las afiladas y puntiagudas Lajas
emergían tras las copas de los árboles formando aislados dientes de
Sierra.
En algunas
grietas de la hormigonada pista, crecían plantas esporádicamente, como la Aristolochia
paucinervis, con flores color pardo y labio superior púrpura oscuro,
emulando a pequeñas cabecitas de serpientes.
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Aristolochia paucinervis |
Nuestro
ascenso continuaba, viendo el efecto que iba ocasionando la erosión del terreno,
dejando al descubierto multitud de raíces de alcornoques, que milagrosamente
mantenían el equilibrio en las pendientes de las laderas. Destacamos también
arbustos de Teline monspessulana, con flores amarillas,
agrupadas en cortos racimos y hojas siempreverdes trifoliadas.
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Teline monspessulana |
Media hora más tarde, alcanzamos la parte más alta de la Sierra de la Plata, y nos entremezclamos por el entresijo de las diferentes piedras calizas, para ver distintas perspectivas desde el Oppidum, sacando fotografías diversas, junto a rocas con formas muy peculiares, como la de forma de gancho. En medio de un mini prado verde entre las rocas, localizamos un grupo de Narcissus bulbocodium, con flores amarillo claro, espata visible y estambres largos con filamentos curvados.
Narcissus bulbocodium |
Dejamos a
nuestra derecha la zona alambrada de las torretas, y nos adentramos unos
centenares de metros por la parte izquierda, donde los senderos nos dejaban
avanzar, pues había mucha zona con agua y barro entre el paisaje de grandes
paredes de rocas y lajas, a cuyos lados proliferaban pinos y alcornoques,
mezclados con palmitos, madroños y diferentes árboles y arbustos, entre
los cuales buscamos un espacio para hacer el tradicional rengue, pues ya se nos
había pasado la hora reglamentaria.
Regresamos
junto a la zona protegida de las torretas, y cruzamos la puerta para buscar la
Silla del Papa, que se suponía debía estar cerca. Ya se nos hizo tarde y no
llegamos a localizarla. Tan solo encontramos los restos de alguna vivienda, con
escalones labrados en el lateral. Otro día haremos la ruta desde otro sendero,
e intentaremos ver la gran cantidad de restos de la época que se dispersan por
estos parajes.
Comenzamos
el camino de regreso hasta donde teníamos los coches aparcados, y nos fuimos a
la zona de merendero del Conjunto Arqueológico Baelo Claudia, para dar cuenta
de nuestro almuerzo.
Finalmente,
sólo dispusimos de media hora para dar un corto paseo por las instalaciones,
antes de la hora del cierre.