Desde este bonito y único rincón se quiere divulgar al mundo entero que Jerez además del patrimonio multi-cultural , turístico ó festivo conocido por casi todos, tiene un patrimonio arbóreo por desgracia desconocido para la mayoría de los ciudadanos de nuestra ciudad.
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miércoles, 13 de julio de 2022

LAS RICAS ALCACHOFAS DE “LA PIRIÑACA”

 


 

Según el gran historiador Y.N. Harari,  el Homo sapiens inventó la agricultura, allá por Mesopotamia y  no hace más de 8.000 años. Entonces, teniendo en cuenta que los primeros vestigios conocidos de nuestra especie homínida pertenecen a hace 350.000 años, ello quiere decir que los humanos, siendo omnívoros, han vivido casi siempre de la caza, de la pesca y de las plantas y frutos que le ofrecía su naturaleza cercana. De hecho, aún viven algunos pueblos primitivos de Africa o de países tropicales de América o Asia que subsisten gracias a lo que obtienen de los bosques o selvas que tienen más a la mano.

 

En nuestra misma España, no hay que alejarse demasiado en los tiempos, apenas 50-60 años, para haber conocido como muchas familias se alimentaban también, o al menos en buena parte, de lo que recolectaban en los campos o en las serranías próximas. Una solución que fue  desgraciadamente amarga después de la guerra civil, a la que siguió una gran hambruna y el desabastecimiento casi total de muchos alimentos.

 

La gente corriente comía de todo lo que hallaban cerca: caracoles y cabrillas, cangrejos pescados con cedazos, hermosos sábalos del Guadalete, espárragos, tagarninas y hasta murtas, acerolos y madroños, muchos de las cuales aún pueden adquirirse en los puestecillos instalados en la puerta de la plaza municipal de abastos o en algunos barrios de la periferia.



tagarninas


 





















Algunos de los que ya peinamos canas hemos conocido y comido muchos de estos saludables alimentos naturales, pero hoy vamos a contar la graciosa historia de una vendedora jerezana de alcachofas silvestres, ( Cynara cardunculus), probablemente uno de los más exquisitos sabores y muy valorado por el pueblo gitano, que lo guisaban maravillosamente aquí, pero con papas.

Cynara cardunculus

Cynara cardunculus


 

Cynara cardunculus albina











Tía Anica, la Piriñaca, era una gitana salerosa que canturreaba ya desde muy chica y que bailaba las bulerías del barrio de Santiago como los propios ángeles. Cuando siendo muy joven se casó, su marido le prohibió el cante y el baile, que recuperó cuando enviudó, para suerte y recuerdos de los muchos aficionados al arte flamenco.

 


Pero en los años 50 y a principios de los 60 y en el mes de mayo, la Piriñaca recolectaba todas las alcachofas que podía con sus manos de bailaora, muchísimo más ricas de comer que los “alcauciles” de cultivo, también muy apreciados y sobre todos los llamados “romanos” y los “de viñas”, super-dulces porque hincaban sus largas raíces hasta lo más profundo de la tierra tosca de albariza, buscando el agüilla de las últimas lluvias de la primavera.



La Piriñaca cruzaba las calles Nueva, Merced y Cantarería montada en un borrico, no cantando porque no la dejaban, sino pregonando sus pinchonas mercancías mientras los “chaveas” del barrio le respondían graciosamente: ¡Piriñaca, Piriñaca, que eres más gorda que una vaca. Y ella,  sonriente, les respondía: ¡Y tú mare es una caca!

 

Nota del autor: En la ciudad de Jerez ya no se vende, que conozcamos, este delicioso manjar, pero sí se encuentran aún en la vecina Alcalá de los Gazules, donde en primavera se ofrece en tarros con agua y limón ( para evitar su rápida oxidación) y con los corazones ya pelados.

 
















En invierno pueden encontrarse algún puesto de “pencas” de alcachofa junto a la plaza de abastos de Jerez. Se usan como condimento de algunas “berzas” a las que les da un gusto amargoso interesante.

 

También se ha perdido la venta de los hongos de cardo ( “jongos” en el argot gitano) que se recolectaban en primavera debajo de los cardos de “arrecife”, que así les llamaban y que decían que eran las mejores setas para comer.

 

En Navarra se cocina y se comercializan las pencas de otro cardo del mismo género que el nuestro que es muy apreciado, los hay verdes, blancos y rosados. En Jerez se sigue utilizando en invierno y para la berza y huevos esparragados, las hojas tiernas y peladas de otro cardo, la tagarnina( Scolymus hispanicus).

 

Por último y como cosa curiosa relacionada con este interesante cardo, referir que en los años 50 del pasado siglo se comenzó a elaborar en Italia un aperitivo sobre la base de este alcaucil que se denominó Cynar. En España su consumo tuvo poco éxito, excepto en Baleares, pese a que su productora invirtió grandes sumas en su promoción y publicidad.

 


Al parecer, el mundo sigue dependiendo, aunque solo en partes, de la sabia Naturaleza.