Desde este bonito y único rincón se quiere divulgar al mundo entero que Jerez además del patrimonio multi-cultural , turístico ó festivo conocido por casi todos, tiene un patrimonio arbóreo por desgracia desconocido para la mayoría de los ciudadanos de nuestra ciudad.
¿Quiere ayudarnos a descubrirlo.......?

miércoles, 13 de octubre de 2021

SENDERO DE VALDEINFIERNO. MAYO DE 2.021

 

Traemos hoy a nuestro blog la excursión a Valdeinfierno, que llevamos a cabo en el pasado mes de Mayo y cuya crónica publicamos a continuación.

Este paraje se encuentra en el término municipal de Los Barrios, dentro del parque natural de Los Alcornocales y para acceder al mismo hay que tomar la autovía A-381 y dejarla por la salida 73.

 

Han transcurrido 3 años ya, desde nuestra última visita a este sendero, que culminó en el primer encuentro con los Rododendros de esta zona, tras cruzar un entresijo de troncos y ramas. El espectáculo fue grandioso, y teníamos ganas de volver a repetirlo, pero la pandemia ha retrasado el calendario, y hoy 4 de Mayo, por fin, hemos conseguido cuadrar las fechas para repetir la experiencia.

Nos reunimos un grupo de 8 personas, que nos desplazamos en 3 vehículos, por el tema Covid, saliendo de Jerez a las 8:30 de la mañana. Paramos a desayunar en la Palmosa, y seguidamente hasta el aparcamiento de Valdeinfierno, junto a los carteles de señalización del Corredor Verde Dos Bahías.



























Ya en la zona de aparcamiento, comenzamos con nuestra inquietud en conocer los nombres de plantas y flores cercanas, acosando a preguntas a nuestro querido profesor, quien solícito se prestaba a atender nuestra demanda botánica.

Es cierto que algunas nos sonaban, pero nuestra memoria no retiene los nombres completos de estas especies, y hay que echar mano de la sabiduría de los técnicos que nos acompañan.

Comenzaremos con una planta acuática de pétalos blancos y 6 estambres amarillos, la Baldellia ranunculoides, que vimos junto a la valla protectora de madera. 

Baldellia ranunculoides

Cercana a ellas, la curiosa Ophrys apifera, una orquídea cuyo labelo simula la forma y colorido de una abeja. Los espinosos tallos de la Galactites tomentosa, de flores rosadas dispuestas en capítulos pedunculados y terminales, o las también rosadas, de la familia de las valerianas, formando ramilletes de inflorescencias, llamadas Centranthus macrosiphon.


Ophrys apifera

Ophrys apifera













Galactites tomentosa

Galactites tomentosa
































Centranthus macrosiphon

Centranthus macrosiphon


















A nuestro alrededor, el terreno cubierto de arbustos, con alguna arboleda salteada de alcornoques, quejigos o acebuches, entre los que se mezclaban abundantes plantas, como la Dittrichia viscosa o los habituales lentiscos. Al fondo, las estriadas formaciones de roca arenisca, emergen entre distintas tonalidades de verde, que se acoplan a estas verticales paredes y grietas grisáceas.





















Iniciamos el sendero, que ya veíamos remodelado desde la última vez, por la utilización de maquinaria, y más adelante comprobaríamos los resultados. En la parte izquierda, había un grupo de arbustos que llamó la atención de algún compañero, y requirió las consiguientes consultas técnicas. Dentro de este conglomerado en los primeros pasos, se identificaron algunas variedades de plantas, como la Parentucellia viscosa, de inflorescencias amarillas en espigas, bilabiadas, contrastando con las variedades rosadas en forma de trompeta de la Stegia trimestris. Los espinosos e impenetrables tallos de los Rubus ulmifolius, dejaban ver unas curiosas hojas azuladas, con forma ovalada y acorazonada, que resultaron ser de una Cerinthe major, ahora sin flores, que hubiese sido interesante de ver, pues son inclinadas, amarillas y de base marrón. Terminamos esta parada transitoria con los pétalos rosados de la Cistus crispus y  con la Melilotus indica, una hierba erecta y ramificada con pequeñas flores en racimos de corola amarilla.





Parentucellia viscosa











Stegia trimestris

Zarzamora (Rubus ulmifolius)

Cerinthe major













Melilotus indica

Jara (Cistus crispus)












En nuestro avance, echamos en falta algunas especies de nuestra anterior visita, sobre todo una zona pedregosa en mitad del camino donde localizamos a una planta carnívora típica en este lugar, la Drosophyllum lusitanicum. Estaba claro que la entrada de maquinaria en el sendero para hacerlo más accesible a los vehículos, había supuesto la eliminación de algunas plantas. Afortunadamente en este caso, y para esta especie, se había desarrollado dentro del vallado colindante, y pudimos sacar variadas fotos de la misma.

Drosophyllum lusitanicum

Drosophyllum lusitanicum

Drosophyllum lusitanicum



Drosophyllum lusitanicum

Drosophyllum lusitanicum










A nuestra izquierda, la inconfundible formación rocosa de la Montera del Torero, que visitaríamos más tarde, y al frente el combinado colorido del sendero, con la tierra roja a nuestros laterales, el fondo verde y rocoso, el cielo nublado que dejaba poco espacio a los azules, y los alcornoques a nuestro paso, inclinando sus torcidos troncos, con el bornizo casi recuperado desde el último descorche.


La Montera del Torero,













Entre esta abundancia de verde, resaltan las rosadas flores del Gladiolus communis, pero en unidades aisladas, y cuya etimología recomiendo su lectura. Las pequeñas orquídeas que vimos hace unos años, estaban prácticamente desaparecidas. Localizamos a la Serapias cordigera, con inflorescencias de color purpúreo, y formas muy inusuales. Seguimos encontrando algunos jaguarzos (Cistus crispus) desplegando sus rosados pétalos, unidos en su base por numerosos estambres amarillos. De la familia de las Asteráceas, destacamos la Pulicaria odora, que primero nacen en roseta en la base del suelo, y luego emerge un tallo erecto, que culmina en un bonito botón de capítulos amarillos.

Gladiolus communis










Serapias cordigera

Pulicaria odora,










Las colgantes Briza máxima, unidas a finísimos tallos, dando la sensación que están tostadas por el sol por el color de sus espiguillas, que se agitan con la más leve brisa de aire.

Briza máxima

Ya divisábamos el mini bosque que debía custodiar a los Rododendros, y el camino había sido cubierto por placas de hormigón, que cruzaban el arroyo, para mejor acceso de los vehículos, y por lo que había sido modificado y adaptado el sendero. Un par de especies antes de acceder a nuestro objetivo: los espinosos Ulex borgiae, con flores amarillas adosadas a los tallos en forma de espigas, y una curiosa Hedera maderensis, perfectamente acoplada a un tronco de árbol, cual si se tratara de una alargada y pequeña serpiente reptando entre acorazonadas y verdes hojas asimétricas.

Ulex borgiae

Ulex borgiae





















Hiedra (Hedera maderensis)














El arroyo, lo fangoso del terreno y el entresijo de ramas, impedían encontrar un camino accesible para llegar hasta los Rododendros. Poco a poco fuimos sorteando los obstáculos, dejando a nuestra izquierda la pared rocosa cubierta de musgo y líquenes, que proyectaba un suculento frescor a la encrucijada de este vergel. No todos accedimos por el mismo lugar, ya que cada uno, en función de sus aptitudes, buscaba trechos de menor dificultad. El primero en llegar fue nuestro intrépido fotógrafo, que se comportaba como localizador de exteriores del mundo cinematográfico, abriendo la brecha inicial de entrada al espectáculo de colorido de los Rhododendron ponticum.
















Algunos Quercus canariensis completaban el recinto, con sus características hojas elípticas de bordes festoneados, así como nubes de frondosos helechos (Pteridium aquilinum) que cubrían el terreno por encima de nuestras cabezas. 





















Los rayos solares realzaban los tonos rosados y violetas de estas maravillosas flores con forma de trompeta, desde cuyo interior, cual garganta se tratara, parten flexibles y alargados estambres del mismo color que los pétalos, terminados en blancas anteras, que rodean a un largo pistilo, como voces aclamando a su líder. Solo uno de los pétalos de cada flor, alteraba su tornasol por una mancha de color anaranjado en su mitad, semejante a un haz de trigo recién segado. Aunque ya habíamos disfrutado de este espectáculo hace tres años, quizás con mayor floración, no deja de impresionar encontrarse rodeado de este reducido paraíso, tan efímero en primavera, donde cada componente del grupo iba desplazándose entre los helechos, captando con los objetivos las mejores fotos de estos racimos florales, repartidos a nuestro alrededor en distintas alturas. No faltó la tradicional foto grupal, aprovechando la elevación de una gran piedra y la fijación de las patas del trípode.























La vuelta hacia el sendero, la hicimos en procesión, cruzando el arroyo, y sorteando los espinosos Rubus ulmifolius, que se adherían a nuestras ropas complicándonos la salida. Una vez sorteados los obstáculos, y echar un vistazo a nuestro alrededor, localizando nuevas plantas entre el frondoso verde cercano a los rododendros, resaltaban los brillantes pétalos amarillos del Ranunculus macrophyllus, las vainas semejantes a los guisantes del Cytissus villosus o las verdes ramitas de los brezos (Erica).




Ranunculus macrophyllus





















Erica


Cytissus villosus









A través del camino de hormigón, ascendimos un trecho a instancias de nuestro profesor, a la búsqueda de especies localizadas en aquellos parajes. Pero las obras llevadas a cabo, con la ampliación y modificación del camino, se han llevado por delante todo lo que crecía a pie de sendero, incluidas las acuícolas que vimos en nuestra anterior visita. Anduvimos un rato en derredor, pero con resultados negativos. Insistimos en nuestro empeño en tramos próximos a la alambrada, así como en la pendiente de la izquierda, sin éxito alguno. 

Tras contemplar y fotografiar el paisaje desde esa altura, con las figuras rocosas grises y anaranjadas de la Montera del Torero, regresamos hacia el punto de partida, repasando la flora a nuestro paso. Empezamos con los ramilletes del Allium scorzonerifolium, con tépalos amarillos y un nervio verdoso en el centro; la espinosa Genista triacanthos, de quillas y estandartes también amarillos; los tonos verdes, rosados y amarillos de los Cistus salviifolius en fruto y las cápsulas obovadas de color violeta, que forman las flores de la Polygala microphylla. 





Allium scorzonerifolium

Allium scorzonerifolium

Genista triacanthos










Cistus salviifolius

Polygala microphylla





















Finalmente, los fotógrafos se dedicaron a realizar un  monográfico detallado de la Drosophyllum lusitanicum, planta insectívora con flores amarillas de 5 pétalos, cuyas hojas desprenden unas gotitas viscosas y aromáticas, que atraen a los insectos.

Drosophyllum lusitanicum

Drosophyllum lusitanicum

Drosophyllum lusitanicum

Drosophyllum lusitanicum

Drosophyllum lusitanicum

Drosophyllum lusitanicum











Nos desplazamos a la entrada de la Montera del Torero, y mientras unos hacían un rengue, picando algo bien regado con vino de Jerez, otros pasamos la valla, inspeccionando el terreno a la caza de alguna planta interesante. No hubo suerte en la búsqueda, y tan solo repetir algunas de las ya vistas durante la mañana, como los Cistus salviifolius en fruto, semejantes a un flan rojo de gelatina; las lígulas amarillas con el centro oscuro de la Tolpis barbata; el rosado de las valerianas o el morado de las lavándulas y los Echium plantagineum.




Cistus salviifolius

lavándulas


valerianas

Echium plantagineum.

Tolpis barbata











Regresamos con el resto y nos unimos al rengue. Luego nos desplazamos al merendero para comer, compartiendo las viandas, con la mala fortuna de que un taper de chicharrones, rodara por los suelos.













Tras el almuerzo, algunos amigos regresaron a Jerez, y los demás nos fuimos con los vehículos hacia la zona del Arroyo, para hacer ese pequeño recorrido. Este tramo no tiene nada que ver con el matutino, y el hecho de ir paralelo al cauce, con posibilidades de cruzar al lado opuesto, te inunda de frescor y nuevas sensaciones, en las que percibes cómo el abrazo de la naturaleza en todo su apogeo, va recorriendo tu cuerpo infectando los poros de la piel, de esa sustancia invisible que te llena de emoción, y te embarga los sentidos a niveles que rayan la perfección. 














Las aguas del Arroyo de Valdeinfierno, discurrían en calma por un cauce rodeado de verde y obstaculizado por piedras de todos los tamaños, a la sombra de una variada arboleda compuesta de alisos, quejigos, sauces, fresnos, rododendros, laureles y avellanillos entre otros, creando un microclima a esas horas de la tarde, que animaba a alargar el recorrido, sin echar de menos para nada el intervalo de la siesta, cuyos sopores te invaden en la butaca después de comer.

















Estos Canutos albergan gran cantidad de vegetación, y mantienen agua casi todo el año, llegando a convertirse en pequeños paraísos salpicados de distintas especies, entre las que observamos al Hypericum perforatum, con sus pétalos amarillos; las colgantes bayas rojas del Ruscus aculeatus o los ya mencionados ojaranzos (Rhododendron ponticum) proyectando el violeta de sus pétalos sobre las cristalinas aguas del arroyo.

Hypericum perforatum

Ruscus aculeatus

Rhododendron ponticum

Rhododendron ponticum


































Algunos tramos de este sendero, denotan un aire bucólico, y te transporta a recuerdos evocadores de la extensa filmografía. El suelo cubierto de hojas secas, los barandales de madera, la sombra de la arboleda sobre el camino, un solitario banco entre la hojarasca como el de Penélope en la estación, las grandes piedras difuminadas en las aguas del itinerante arroyo, etc.












Acabaremos este recorrido con algunas plantas menos frecuentes por su nomenclatura, aunque sí hemos podido ver en otros lugares que hemos visitado. Tenemos los pequeños tallos cubiertos de flores blancas y azuladas, con nerviaciones moradas, de la Orobanche ramosa, una planta parásita, cuyas raíces se fijan a la planta anfitriona para extraer los nutrientes. 


Orobanche ramosa
















Junto a la zona del arroyo, variedad de helechos llamados Osmunda regalis y de la familia de las apiáceas, las inflorescencias en umbela de color blanco de la Oenanthe crocata. Finalmente, otra parásita de tallo erecto e inflorescencias en espiga color malva rojizo, la Orobanche amethystea, también de pequeño tamaño y semioculta entre las abundantes hojas secas a pie del camino.

Osmunda regalis









Oenanthe crocata.

Orobanche amethystea











Otra excelente jornada de convivencia, disfrute y aprendizaje de estos maravillosos rincones naturales, donde las cámaras no son capaces de mostrar lo que la visión y el resto de los sentidos llegan a experimentar.