Desde este bonito y único rincón se quiere divulgar al mundo entero que Jerez además del patrimonio multi-cultural , turístico ó festivo conocido por casi todos, tiene un patrimonio arbóreo por desgracia desconocido para la mayoría de los ciudadanos de nuestra ciudad.
¿Quiere ayudarnos a descubrirlo.......?

viernes, 15 de marzo de 2024

 El pasado 16 de Febrero y después de un paréntesis de varios meses, el DIARIO DE JEREZ en su edición digital, reanudó la publicación de la sección EL ARBOL DEL MES con el articulo dedicado al olivo que reproducimos más abajo.

Esperamos que su lectura sea del agrado de nuestros visitantes.

El olivo, el árbol de la paz

Olivos en la plaza San Andrés de Jerez.

Olivos en la plaza San Andrés de Jerez.

Aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién, quién levantó los olivos? (Miguel Hernández) 

En la Biblia se cuenta que al término del diluvio universal, Noé vio llegar hasta su arca a una paloma soltada por él mismo y que traía agarrado en su pico una ramita de olivo. Adivinó entonces que la tierra se estaba secando y el castigo de Dios había acabado. No se sabe bien si ese fue el origen, pero la paloma y el olivo se convirtieron en los dos grandes símbolos de la Paz, quizá el deseo más  imperioso que necesita en estos momentos la humanidad.

Tal vez por ello, el olivo (Olea europaea) sea el árbol más importante del mundo. Una especie ligada a todas las religiones y culturas y sobre todo en el área mediterránea, de donde es  originario. Cultivado por el hombre desde hace más de 7.000 años, se usa como madera excelente para calentar y su fruto para iluminar los hogares, para rituales religiosos, mágicos y para producir pomadas, cosméticos y otros ungüentos. Sus olivas o aceitunas se utilizan como alimento y para producir uno de los más importantes condimentos del mundo, los ahora carísimos pero exquisitos aceites de oliva virgen extra.

Es además el árbol más abundante de España, que es la reserva de olivos más importante del mundo con más de 300 millones de ejemplares plantados y de Andalucía por sus inmensos olivares, sobre todo de Córdoba y Jaén. Ojalá pudiéramos ver, todos ahora, la llegada de dos palomas, una que transportara en sus pico una rama procedente del Monte de los Olivos, de Jerusalem y la otra, con una espiga de trigo desde Ucrania. Sería una gran noticia conocer que sus guerras habían acabado por fin y que “cada mochuelo regresaba a su olivo”.