Con esta entrada retomamos las rutas urbanas por el centro de Jerez, teniendo como hilo conductor el patrimonio arbóreo y que en esta ocasión se trata de un recorrido que parte desde la calle Arcos (Barrio de la Albarizuela y termina en la plaza de Las Angustias (Barrio del Ejido).
UNA CIUDAD CONSTRUIDA PARA PRODUCIR EL MEJOR VINO
DEL MUNDO.
Un poco de historia antes de comenzar nuestra ruta.
No cabe duda de que Jerez de la Frontera es la
ciudad que posee el patrimonio bodeguero más importante del mundo.
Por lo general las bodegas europeas y las más
modernas de América o Australia están construidas en espacios abiertos,
coronando espaciosos viñedos tipo “chateau”, como en Burdeos, en cuevas o cavas
subterráneas, como en Champagne o Penedés, o en naves industriales sin valor
estético como en el Piamonte italiano o incluso en la mismísima Rioja.
Pero en Jerez, más que bodegas se edificaron catedrales,
especialmente en la segunda mitad del s.XIX. Naves altísimas que parecían
también palacios nazaríes, todas rodeadas de jardines.
Un estilo diferente que elevaron los avezados
industriales de entonces para producir el vino más genuino que ha conocido el
mundo y unas edificaciones que a la postre configuraría la singular estructura
urbanística de Jerez y añadiría un
componente esencial a nuestro pueblo, el extraordinario patrimonio arbóreo que
acompañó a todo este entramado bodeguero, casi imperial.
Hoy vamos a recorrer uno de los espacios con mayor
número de bodegas fabulosas para conocer esos jardines y empezamos por el
Barrio de la Albarizuela, que vivió en esa segunda mitad decimonónica una
inusitada expansión solo comparable a la que se desarrolló al mismo tiempo en
otra zona de la ciudad llamada de El Ejido y que visitaremos más adelante.
La razón de esta pujanza constructora no fue otra
que la creación, promovida por la imaginativa burguesía bodeguera jerezana, del
tren de El Trocadero. Un revolucionario invento, este tercer tren español, que
uniría nuestra ciudad prácticamente con Bristol (Inglaterra) como si de un
puente naviero se tratara y que fue la locomotora que aceleró el comercio, los
negocios y llenó de riqueza a Jerez, como a ninguna otra ciudad española en
aquella época, comparable al nivel económico alcanzado por la mismísima
Barcelona gracias a su industria textil, o al Bilbao de los impresionantes
altos hornos.
LA ALBARIZUELA, DEL FONSARIO JUDÍO A LAS NUEVAS
BARRIADAS JUNTO AL TREN.
Los bodegueros jerezanos, ansiosos por acercar sus cascos envinados, sus botas, a la nueva estación que trenes que les unía a un mundo ahora dominado por los ingleses,
comenzaron a construir sus nuevas y formidables bodegas lo más próximas posibles a la vía de la Revolución Industrial y el primero de ellos fue Pedro Mackenzie,
Lápida conmemorativa |
que en 1868 terminó la primera de las naves de uno de los
núcleos bodegueros más interesantes e importantes de la ciudad.
Bodega del Brigadier de 1.868 |
La Albarizuela no era más que un arrabal
de tierra blanca, un descampado anejo a los huertos del Convento de Santo
Domingo y donde se hallaba el cementerio judío (Calle Honsario) y el camino
denominado “De Arcos”.
Existía
allí también un enclave gitano (Calle Gómez Carrillo), muy cercana al
Matadero, la capilla de San Pedro (
1.758) de estilo academicismo y el oratorio barroco de Ntra.
Sra. de los Desamparados ( s. XVII), pero pronto se convirtió en un entramado industrial
de primer orden gracias a las nuevas bodegas.
Actual Iglesia de San Pedro |
Nuestra Sra. de Los Desamparados |
A la bodega de los Mackenzie, se unieron
las del Marqués de Misa, Manuel Antonio de la Riva, las de CZ Rivero y un poco
más alejadas las de Real Tesoro, en la calle Paxarete y las de los Gordon. Algo
más allá y próxima a la Plaza de Toros, se establecieron las de Wisdom &
Warter, Agustín Blázquez y las Williams & Humbert, otra de las más
imponentes de la ciudad.
Casi todas estas bodegas contaban con estupendos jardines, pero la de Mackenzie, más tarde de Marqués de Mérito y actualmente Harveys, estaba cercada por un bosquete extraordinario, donde abundaban majestuosos ejemplares de Ficus macrofilia,
palmerales de casi
todas las especies conocidas (Fotos), árboles de la flor de pascua (Euphorbia
pulcherrima), naranjales amargos (Citrus aurantium), álamos de simón (Populus
simonis) y cipreses (cupresus sempervirens), que incluso convivían alegres con
varios ejemplares de caimanes, aligator del Mississippi y una gran jaula de
periquitos de pluma celeste cuyos cantos podían oírse hasta centenares de
metros de distancia.
Si nuestro visitante desea hace un recorrido fotográfico por los jardines de las Bodegas John Harveys (antes Bodegas del Marqués del Mérito) puede hacerlo pinchando en el enlace siguiente:
Jardines de las Bodegas John Harveys
La bodega adjunta del Marqués de Misa era otra belleza tanto por la estructura de sus amplias naves, por la espectacularidad de su destilería y por su bonita chimenea de ladrillos vistos y estilo historicista. Y por supuesto por sus mágicos jardines salpicados de pacíficos ( Hibiscus sinensis), adelfas de todos los colores ( Nerium oleander), toronjos ( Citrus x paradisi), un mandarino (Citrus reticulata), plataneras y macizos de agapantos que convían, en este caso, con un grupo de pavos reales entre los que destacaba un ejemplar albino.
Varias jacarandas y una espectacular
bounganvilla nos señalan el camino de la actual bodega de Lustau (1.876 )
propiedad de la familia Caballero y que es otro de los templos sagrados de la
vinatería jerezana. Su fachada de poniente mira hacia la Barriada de España,
una de las primeras construidas en Jerez con viviendas unifamiliares y calles
arboladas por completo de acacias de Japón (Sophora microphylla), jacarandáes y
otras especies de sombra.
Bodegas Lustau (antes Bodegas Marqués de Misa) |
La fachada principal se abre a la vieja
calle Arcos, una avenida arbolada hasta mediados de los años sesenta del pasado
siglo por enormes plátanos de paseo que fueron sustituidos por hermosos
naranjos agrios que hoy, con 60 años de edad, conforman una de las mejores
alineaciones de todo Jerez.
Patio de entrada a las Bodegas Lustau |
Frente a ella otra de las más insignes
bodegas construidas en esta zona, la de Manuel Antonio de la Riva. Sus naves
principales son, probablemente, las de mayor altura de toda la ciudad. Tan
elevadas que fue necesario abrirles dos filas de grandes ventanales para que el
aire caliente de los veranos saliera a modo de sifón y lograra enfriar el
interior y sus delicados vinos. En esta bodega, ahora sin producción vinatera,
van a construirse próximamente unas curiosas y bonitas viviendas interiores
pero manteniendo firme toda su estructura exterior, lo que constituye una
autentica novedad y donde se construirá, además, un espacioso jardín en su
patio interior.
Casco bodeguero de de las Bodegas M. A. de la Riva visto desde la calle Maria Antonio de Jesus Tirado |
Vista desde la calle Arcos |
Terminamos nuestro recorrido arbolero y bodeguero de hoy visitando una de las barriadas más coquetas de nuestra ciudad, la de Pio XII. Inaugurada en 1960 cuenta con un variado arbolado. Su calle principal esta plantada de aligustres matizados (Ligustrum japonicum) muy desgastados por el tiempo y en el tramo en que se ubica el supermercado Mercadona con pimenteros brasileños (Schinus terenbinthifolius)
Aligustres matizados (Ligustrum japonicum) |
Pimenteros brasileños (Schinus terenbinthifolius) |
y en la placita interior, donde antaño existió una fuente llena de nenúfares, papiros y otras plantas acuáticas pueden admirarse hoy dos magníficos cedros del Líbano o de Salomón (Cedrus libani)
cedros del Líbano |
todo rodeado de naranjos y un gracioso árbol del pulpo o árbol paraguas ( Scheffera actinophilla).
En la parte central podemos contemplar un ciruelo japonés (Prunus cesarifera) y en un parterre lateral un magnifico Ficus benjamina. En uno de los laterales también encontraremos, aunque ya muy deteriorados por los años un almendro (Prunus dulcis) y un acebuche (Olea europaea).
Dejamos esta ruta llena de encantos sin olvidar los años que el autor de este relato vivió entre y por estas calles de La Albarizuela. Desde mi ventana de Pio XII veía cada mañana la chimenea de la bodega de Misa echando el humo que, a todo meter, salía de la caldera de destilación de holandas para su excelente brandy de reserva, escuchaba el piar machacón y a veces ensordecedor de los periquitos de Marqués de Mérito, donde de vez en cuando los chiquillos de la barriada nos colábamos para ver sus tremendos cocodrilos, que entonces nos decían que eran del Nilo. De “chaveas”, nos asombrábamos de la enorme copa de su ficus baniano, que atravesaba toda la calle Arcos y pegaba casi con nuestras ventanas. Gozábamos tanto jugando a la pelota en la plaza como contemplando el trajín de los arrumbadores de la bodega de La Riva, que llenaba nuestros recuerdos de insuperables aromas de buenos amontillados. En fin, una gozada, pero de las buenas, como la de haber compartido con vosotros esta crónica de un barrio bodeguero y lleno de buenos árboles, de los árboles de nuestras vidas.
Juan Luis Vega