Martes 3 de octubre, se había programado excursión al Sendero del río Guadalmesí, en el término municipal de Tarifa. La longitud aproximada de la ruta circular es de algo más de 6,5 metros.
Hemos podido
realizarla 4 compañeros, quedando a las 8.45 para desayunar y salida posterior
hacia nuestro destino.
Decidimos
dejar la comida en el coche, pues calculamos que podríamos regresar sobre las 3
de la tarde, y así comer tranquilamente en el Área recreativa de El Bujeo,
junto a la zona de aparcamiento. Nos llevamos sólo lo necesario para un rengue,
y provisión de agua para el camino.
Nos pusimos
en marcha a las 10:50 a través de una pista, que sería el tramo de ida. El
regreso fue más laborioso, dado el trazado del río y los constantes
altibajos del terreno, así como la dificultad del mismo. A todo ello se une el
retraso botánico, motivado por la aparición de numerosas especies que nuestro
profesor va captando a lo largo del sendero, de las cuales se toman muestras y
se fotografían con minuciosidad.
Así que, con
este preámbulo, vamos a ello.
Nada más empezar, se nos vino a la vista un grupo de flores, de color rojo y amarillo, llamadas Asclepias curassavica, y que por su colorido las llaman también bandera española, entre otros nombres comunes.
Mientras tomábamos fotos de ellas, nuestro profesor nos señaló un gran eucalipto, pero con grandes diferencias sobre los habituales que conocemos, por su curiosa floración y frutos. Hablamos del Eucalyptus globulus, que crecía junto al camino, dentro de una parcela cercada, presentando unas inflorescencias redondas, cubiertas de estambres como grandes pestañas, de color blanco amarillento, y los frutos cápsulas angulares que contienen pequeñas semillas.Eucalyptus globulus |
A nuestro
paso, resaltan los rojos frutos de los majuelos, cargados de ellos
en esta época otoñal. Al fondo, el paisaje montañoso atestado de nubes de
algodón verde intenso, que lo forman las copas de los pinos totalmente
amontonados unos sobre otros, sólo despejados por la roca arenisca de aljibe
que anula el crecimiento en las zonas donde proliferan.
Había ganado
suelto por los alrededores, aunque alejados de la pista del sendero.
Drimia maritima |
La mayoría de la masa arbórea son alcornoques (Quercus suber), que crecían en la ladera del camino, formando posturas inverosímiles, y algunos en posición horizontal, se doblan formando un codo con forma de L, manteniendo el equilibrio en sus tupidas ramas.
Llegamos a una zona encharcada, donde encontramos algunos arbustos entre las piedras, con distintas tonalidades. Por un lado, la Erica umbellata, con inflorescencias terminales de 3 a 6 flores ovoideas de color rosa fuerte, bastante más grandes que otras próximas, de un rosa más suave, (Calluna vulgaris).
Erica umbellata |
Erica umbellata |
Calluna vulgaris |
Calluna vulgaris |
Entre el terreno cubierto de hierba, pisadas fangosas de ganado, piedras y arbustos, nuestro profesor localizó unas minúsculas flores de color malva, blanco y amarillo, en número total de 4 o 5 repartidas por ese espacio húmedo, que resultaron ser la Baldellia ranunculoides.
Baldellia ranunculoides |
Baldellia ranunculoides |
En ese
mismo espacio, también se distinguían algunos Cyperus mundii, con
inflorescencias en forma de umbela y espículas pardo rojizas. También otra
especie, Cyperus flavescens, muy parecida a la anterior.
Cyperus mundii |
Cyperus mundii |
Cyperus flavescens |
Cyperus flavescens |
Al otro lado de la zona húmeda, a nuestro profesor no le pasó desapercibida una pequeña planta herbácea, de unos 15 cm. de alta, Clinopodium menthifolium subsp menthifolium, de cuyo tallo destacaban algunas flores de color blanco rosado, entre cuyos pétalos sobresalía uno en forma de bandeja, sobre el que aparecen unas manchitas rosa-púrpura, como pequeños tatuajes, realzando la belleza de las flores. Entre las piedras, y asomando sus delgados y erectos tallos terminados en campanillas blancas con la base rosada, destacaban las Acis autumnalis, completando así este cuadro de terreno encharcado, al pie del sendero.
Clinopodium menthifolium subsp menthifolium |
Acis autumnalis |
En lo alto
del cielo azul, un águila calzada o culebrera, a esa altura difícil de saber, cruza
el espacio en busca de alguna presa, o disfrutando de un placentero vuelo. A lo
lejos, a nuestra izquierda, la silueta entre montañas de la Torre Almenara de
Guadalmesí, que data de finales del siglo XVI.
Continuamos
nuestra ruta senderista, llena de paradas botánicas, tomando buena nota de las
distintas especies vegetales junto al camino. Se repiten a nuestra derecha
grupos de Calluna vulgaris, compartiendo el espacio con los abundantes
Torviscos (Daphne gnidium), muchos de ellos copados de flores blancas
combinadas con frutos rojos, sobre un nido de hojas verdes lanceoladas.
Calluna vulgaris |
Calluna vulgaris |
Torviscos (Daphne gnidium) |
Torviscos (Daphne gnidium) |
Hay algunas
especies, que, por su parecido floral, dan lugar a confusiones. Pero esto no
ocurre con nuestro profesor, pues mientras a nosotros nos parece una cosa,
luego resultan ser otras bien distintas. Como muestra, las flores amarillas de
cáliz bilabiado y corola amariposada, en arbusto muy espinoso, que en esta
ocasión se trataba del Stauracanthus boivinii, nada que ver con otras
similares de la misma forma y colorido.
Stauracanthus boivinii |
Las lomas
montañosas, dejaban a veces grandes huecos entre la arboleda, que se cubrían
totalmente de helechos (Osmunda regalis), formando un manto superpuesto
de grandes peines de hojas, mezcladas de colores verdes, ocres y marrones, simulando
olas en movimiento, cuando la brisa del viento acaricia las suaves frondas
bipinnadas.
Osmunda regalis |
Cubierto el km. 2 de la pista, y pasadas las doce de la mañana, una zona de humedales a la derecha, donde en condiciones de lluvia, debía discurrir el agua en forma de cascada, pero que en esta época estaba prácticamente seca. Entre la diversa vegetación, algunos ejemplares alisos (Alnus glutinosa) asentados en este lugar, buscando el frescor del agua que no termina de llegar. Aparte de la abundancia de alcornoques, casi todos despojados del corcho en su parte inferior, también localizamos bastantes quejigos (Quercus canariensis).
Pasamos junto a un grupo de rododendros, entre los cuales colgaban las flores en racimos estrellados, de la falsa zarzaparrilla (Smilax aspera). Cerca de ellos, el brillo metálico de las drupas de color azul oscuro de los Viburnum tinus, tomaban el sol bajo las verdes hojas opuestas de su tallo.
Smilax aspera |
Viburnum tinus |
Avanzamos bajo un cielo que al principio del recorrido estaba cubierto con sensación de humedad, y que pasada una hora y media se había despejado y empezaba a hacer calor. No obstante, al frente y a lo lejos, la parte superior de la montaña estaba parcialmente cubierta por nubes, formando una capa de niebla sobre la arboleda más cercana a la cima. Esa compacta arboleda estaba compuesta por un amplio pinar de una variedad distinta a las más habituales y conocidas. Hablamos del Pinus radiata, que al igual que el pino canario, sus acículas están formadas de tres en tres.
A nuestra
izquierda, y en la parte baja de la ladera, destacaba un muro de gaviones en un
claro de la arboleda, entre 20 y 30 m de largo.
Ya estábamos
cerca del recodo de la pista, donde se suponía que comenzaba el camino de
vuelta junto al río. Dos de nuestros compañeros se alejaron un poco para dar
con el cartel indicador y poder realizar los más de 3 km. restantes. En este
ínterin, nuestro profesor se fijó que, entre un grupo de piedras, y semi
cubiertas por hojas y pasto seco, asomaban tres o cuatro cabecitas amarillas,
que resultaron ser Lotus palustris, poco o nada frecuentes en esta zona.
Así mismo, unos pasos más adelante, otra variedad curiosa de pequeñas flores
acampanadas en posición horizontal, de color rosa-púrpura, llamadas Scutellaria
minor, presentando su labio inferior más abierto, en forma de bandeja,
adornado con pequeñas manchitas moradas, simulando un tatuaje. Parece que,
en este pequeño tramo, se habían puesto de acuerdo una serie de
especies no habituales, y de hecho también descubrimos unas orquídeas que
no habíamos visto en otras excursiones, y que estaban agrupadas al borde
del sendero. Se llaman Spiranthes spiralis, y las pequeñas flores
blanquecinas, cubren un tallo peloso en forma de trenza, formando una espiral
desde la punta hasta su base.
Lotus palustris |
Lotus palustris |
Scutellaria minor |
Scutellaria minor |
Spiranthes spiralis |
Spiranthes spiralis |
Nos reunimos con los otros compañeros, e iniciamos la vuelta junto al curso del río, por un camino más complicado y lleno de altibajos, raíces y piedras. El pequeño bosque de alcornoques aparecía agrupado y con el pantalón remangado, dejando al descubierto el tronco desprovisto del corcho, que en la zona de helechos parecía que sorteaban los mismos, como si estuviesen dentro de un mar verde y marrón sin querer que la parte cubierta de corcho se mojase.
Antes de
llegar a la superficie baja del río, en un claro entre piedras y diferentes
hierbas, aparecieron unas cuantas flores de color lila-rosado, que resaltaban
en el camino. Hablamos de la Colchicum lusitanum, con 6 sépalos ajedrezados,
nervio medio de color blanco y 6 estambres con anteras amarillas, teniendo los
estambres internos más largos que los externos.
Colchicum lusitanum |
El cauce del
río estaba plagado de grandes piedras, con aguas turbias y escasas,
pero con el efecto del sol, formaba cuadros de distinto colorido. Buscamos un
lugar adecuado para hacer el rengue, dando cumplida cuenta de una copita
de vino y algo de picar, pues aún quedaba bastante trecho y había que reponer
energías.
Las piedras, el agua y el arbolado, daban mucho juego a nuestros
fotógrafos, intentando captar planos recordatorios del sendero que amplifiquen
la belleza del paisaje.
Las piernas se
ejercitaron bien en todo el trayecto, pues el camino era un constante subir y
bajar, alejándonos o acercándonos al cauce del río. La mayor parte del
recorrido, íbamos a la sombra del arbolado, que, dada la subida de temperatura,
era de agradecer, y se notaba mucho en los claros que cruzábamos rodeados de
helechos, hierbas y arbustos, deseando alcanzar la sombra de alguna copa
arbórea que nos parapetara de los ardientes rayos solares.
En uno de nuestros acercamientos al escaso cauce del río,
pertrechado de grandes piedras, entre las cuales formaba pequeñas charcas
de agua casi estancada, nuestro profesor se fijó en el margen opuesto, una
reducida planta de hojas verdes, que le llamó la atención. A fin de comprobar
su especie, buscó la forma de llegar al objetivo, entre el angosto espacio que
dejaban las grandes piedras. Con la mitad del equipo observando la escena como
espectadores, tanto él como nuestro fotógrafo alcanzaron la planta, y a ras de
tierra comprobó que su vista había sido certera, pues estaba frente a
otra Scutellaria minor, que ya habíamos visto al pie de la pista
del primer tramo, y que su nombre deriva de la palabra griega
"escutella", que significa pequeño plato o bandeja, por la forma de
sus sépalos.
Regresamos a la versatilidad del sendero, pendientes de los altibajos del
mismo, y con más cuidado de pisar adecuadamente para evitar algún
percance, que, de ir recreando la vista a nuestro alrededor, disfrutando
de la combinación paisajística, que era para todos los gustos.
Esa combinación a distintas escalas, estaba formada por la base pedregosa
del río, donde los líquenes decoraban distintas partes de las piedras, como si
estuviesen afectadas de psoriasis; el lento transitar de la corriente entre
luces y sombras, con amalgama de colores verdosos y marrones; los mantos de
helechos en escalas de más altura, mezclados con alcornoques,
quejigos y otras especies vegetales, donde las plantas trepadoras hacen su
agosto, abrazando hasta lo más alto los apetitosos troncos donde practican la
escalada.
En algunos quejigos de gran porte, sobre la cruz de división de su tronco,
se asientan como grandes escuadrillas de aviones, los incipientes helechos
mezclados con alguna que otra trepadora, dando la sensación de ser árboles
velludos tomando el sol que se filtra entre las abundantes ramas.
Seguimos nuestro periplo sin saber qué dificultades encontraríamos en
el resto del sendero, y que la temperatura inesperada lo hacía más duro para
algunos de los compañeros, sucediéndose las subidas y bajadas en diferentes
tramos, donde en la arbolada montaña verde, surgían a veces algunas canas
ocres, representadas por árboles caídos con las hojas secas, o árboles ya
sin vida que mantienen erguido su tronco y ramas.
Cercana ya las 4 de la tarde, subimos el último repecho, pasando una zona
de grandes piedras antes de enfilar la vereda que nos llevaría hasta la pista
inicial del sendero. Pero al comenzar la vereda, vimos a unos 100 metros un
grupo de reses pastando por la zona, estando una de ellas con prominente
cornamenta y color negro, asentada en la misma vereda. En principio creímos que
era un toro y quedamos paralizados, pero unos segundos más tarde apareció a su
vera un pequeño ternero, y entendimos que era una hembra con su retoño. Eso
tampoco ayudaba mucho a continuar con nuestro avance hasta la ansiada pista,
pues la presencia del ternerillo podría suponer más peligro, si cabe.
Intentamos asustarla con piedras y gritos, apostados tras unas rocas por si acaso,
pero el animal no se movía un centímetro. No nos quitaba la vista de encima, y
no había camino alternativo. Nuestro fotógrafo se aventuró a dar un rodeo entre
la maleza, y la vaca no le quitaba ojo, siguiendo con la mirada el recorrido de
nuestro amigo, hasta que logró ponerse detrás de madre e hijo. Ya nos
disponíamos el resto a seguir a través de la maleza, cuando el animal se
puso en marcha girando a su derecha con el ternero, y dejándonos vía libre
la vereda, aprovechando la oportunidad para quitarnos de enmedio, antes de que
se arrepintiera.
Este retraso imprevisto, hizo que nuestros estómagos estuviesen en pie
de guerra, ya que el almuerzo se iba retrasando cada vez más. Llegamos a
la pista y a pie ligero, con descansos alternativos, pues aún quedaba un buen
trecho, regresamos al parking y nos instalamos en el merendero para almorzar.
Afortunadamente, a pesar del calor, las bebidas se habían conservado frías en
las neveras y pudimos disfrutar de la comida en su totalidad.
Hasta aquí una excursión con muchos alicientes y novedades botánicas, donde
realizamos un esfuerzo superior a lo habitual, pero que mereció la pena el
desgaste de energías.