Finales del
mes de Mayo, en plena primavera, decidimos hacer un recorrido por la Sauceda y
posteriormente pasar por la Laguna del Picacho.
Esta vez
conseguimos casi pleno de componentes para la escapada de los martes, con un
total de siete personas en dos vehículos, poniéndonos en marcha en las
recogidas a las ocho de la mañana y parando para desayunar en la Venta el Cruce
de la Barca de la Florida. Llegamos al aparcamiento de La Sauceda a las 10 y
cuarto, y tras pasar unos minutos equipándonos con bastones y mochilas,
contemplando la arboleda junto al arroyo y respirando aire puro, cruzamos la
cancela de este Refugio de Montaña, e iniciamos el sendero por la parte lateral
derecha de la Garganta de Pasadallana.
Nuestros
primeros pasos, tras una breve parada en el cartel indicador de aves de la
zona, eran acariciados por la abundante vegetación compuesta de Avena
sterilis, las crestas rosadas del Galactites tomentosa,
las lígulas amarillas del Leontodon longirostris o los alargados Phalaris
brachystachys con forma de pequeños puritos, entre otras.
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Avena sterilis |
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Avena sterilis, Galactites tomentosa y Leontodon longirostris |
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Phalaris brachystachys |
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Galactites tomentosa |
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Galactites tomentosa |
Avanzamos
hacia el gran alcornoque que da la bienvenida a los visitantes, dejando a la
izquierda la tienda de recepción, y nos fuimos adentrando entre quejigos (Quercus
canariensis) y alcornoques (Quercus suber), a cuyos pies
crecían, aparte de las ya mencionadas, la espinosa Cynara baetica,
los blancos pétalos de la Rosa sempervirens, los incipientes
frutos del Pyrus communis, las flores blancas de la umbelífera Oenanthe
globulosa, presentando algunas de ellas sus frutos de color rosado, la
conocida hierba de San Juan (Hypericum perforatum) y finalmente
los pétalos arrugados, de un rosa intenso, de los Cistus crispus.
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Quejigo (Quercus canariensis) |
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Alcornoque (Quercus suber) |
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Cynara baetica |
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Rosa sempervirens |
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Pyrus communis |
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Oenanthe globulosa |
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Hierba de San Juan (Hypericum perforatum) |
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Frutos de la Oenanthe globulosa
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Jaras (Cistus crispus) |
Cruzamos el
pequeño puente de madera, y minutos después el puente de hierro, más largo que
el anterior, desde donde realizamos las primeras fotos del Arroyo de
Pasadallana, con sus tranquilas aguas bañando las múltiples piedras, que
parecen flotar en reposo como cabezas de cocodrilo esperando a su presa.
Para
nosotros, al igual que para los amantes de la naturaleza, resulta muy
gratificante deambular por estos espacios verdes, donde la abundante arboleda
crece y extiende sus ramas en todas direcciones, desarrollando sus extremidades
plagadas de verdes hojas, lejos de las sierras mecánicas de los inclementes
podadores, que destrozan a su antojo las distintas especies que tenemos en
nuestra ciudad, eliminando en cuestión de segundos tantos años de formación y
crecimiento en un constante sinsentido, permitido por la Delegación de Medio
Ambiente.
Volvemos al
entorno de La Sauceda, disfrutando del mismo, contemplando al alzar la vista,
cómo los rayos solares intentan traspasar la tupida red de ramas entrecruzadas
de quejigos y alcornoques, mientras que otros ejemplares llaman la atención
agitando sus decenas de brazos cubiertos de musgo y líquenes, en la parte más
próxima al tronco, destacando sobremanera entre los arbustos y otras plantas
variadas de menor tamaño.
Grandes
rocas a nuestro paso, tapizadas de verde musgo y salpicadas de manchas blancas,
como si se hubiesen derramado accidentalmente cubos de pintura, daban mucho
juego al paisaje de arboleda, y alguna que otra servía de plataforma base para
fotos grupales en un placentero entorno, adornado del colorido variado y
ocasional de flores y plantas que presentan sus credenciales, como la Centaurea
pullata, los cinco pétalos violetas de la Campanula rapunculus,
la Oenanthe crocata mojando sus tallos en las aguas del arroyo o
los pétalos y estandartes amarillos del Adenocarpus telonensis.
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Centaurea pullata |
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Campanula rapunculus |
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Campanula rapunculus |
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Oenanthe crocata |
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Adenocarpus telonensis. |
La
pronunciada pendiente, cuajada de vegetación, que bajaba hasta el arroyo,
no dejaba ver el cauce, y había que avanzar con cuidado de no dar un traspié y
rodar ladera abajo.
Poco a poco
nos fuimos acercando a la zona del poblado, anotando curiosas imágenes
fotográficas que resaltaban a pie de sendero. Telas de araña haciendo
equilibrios en los tallos secos intercalados entre los erectos Umbilicus
rupestris; figuras fantasmales de algunos troncos de quejigos, cubiertos
de musgo y helechos; insectos rodeados de diminutas crías, recorriendo las
flores de la Oenanthe globulosa; las rosadas Centranthus
macrosiphon y Lagurus ovatus entre Carduus
pycnocephalus y Bromus diandrus.
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Umbilicus rupestris |
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Oenanthe globulosa |
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Lagurus ovatus entre Carduus pycnocephalus y Bromus diandrus.
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Centranthus macrosiphon
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Vislumbramos
las ruinas de la antigua ermita, que en esos momentos estaba siendo reparada
por un grupo de albañiles, y nos sentamos en el merendero adjunto, para brindar
con Amontillado NPU por nuestro compañero Ángel, que ese día cumplía años, y tuvo la
gentileza de invitarnos a una copa, para celebrar tan señalada fecha.
En nuestra
anterior visita, desde ese punto nos dirigimos hacia la Laguna del Moral,
pero en esta ocasión, comenzamos a hacer el sendero de El Aljibe, sin la
pretensión de subir al Pico.
Desde el
inicio, los laterales del camino aparecían repletos de helechos, tanto en la
pendiente ascendente derecha, como en la descendente izquierda. En el primer
tramo del recorrido, unos bonitos tallos de flores, sobresalían por encima del
manto de los helechos (Pteridium aquilinum). Se trataba de la Digitalis
purpurea subs. bocquetii (ahora purpurea), con flores de color
rosado, tubulares, dispuestas en racimos colgantes terminales, que por su forma
se les llama comúnmente dedaleras. Si miramos en el interior de la corola,
aparece llena de pequeñas escamas, con el centro de color púrpura.
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Digitalis purpurea subs. bocquetii |
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Digitalis purpurea subs. bocquetii |
La mayoría
del arbolado en este sector, está monopolizado por el alcornoque, árbol que con
el descorche se me representa vestido con pantalones tipo pirata y calcetines
marrones de ejecutivo, que parecen flotar entre estas nubes bajas de verdes
helechos, perdiéndose en la profundidad de ambas laderas. Pasados 15 ó 20
minutos, un grupo de ojaranzos (Rhododendron ponticum) se
materializaron a la mediación de la ladera ascendente, entre los pelados
troncos de algunos alcornoques. Ascendimos por la pendiente para verlos de
cerca, y tomar algunas fotos en las alturas.
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Ojaranzos (Rhododendron ponticum) |
Contraste
paisajístico entre las grandes paredes de piedra arenisca, de las que cuelgan
racimos de plantas trepadoras, cuyos muros son acariciados por las alargadas
ramas de los quejigos, y que al bajar por la ladera, aterrizamos en las aguas
del arroyo, sobre el que se proyectan en ambiente reducido, algunas ráfagas de
rayos solares, provocando un combinado pictórico de tonos verdes y ocres,
salpicado del violeta de los rododendros. Las telas de araña también forman
parte del hábitat, con su particular diseño entre las oquedades de las
diferentes formas de los troncos de los árboles, aportando un extra de figuras
extrañas, compuestas de velos quiméricos, perfectamente adheridos a las rugosas
cortezas.
Tras algunos
minutos de desplazamiento entre las piedras del Arroyo, para sacar el máximo
partido de este espacio verde, mojado por aguas cristalinas, nos dispusimos a
iniciar la vuelta, pues se iba haciendo tarde y teníamos que desplazarnos hacia
otro lugar.
A nuestro
experto Botánico, no le pasó desapercibido un ejemplar de Epipactis
helleborine, orquídea en la que resaltan los colores amarillo verdoso,
negro y violeta, como colibrís revoloteando alrededor del tallo de donde
brotan.
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Epipactis helleborine |
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Epipactis helleborine |
Cruzamos
nuevamente el poblado, y continuamos el regreso por el lateral opuesto a la
ida, a un paso más acelerado. Una ligera parada en las ruinas del Molino del
Medio y seguimos por el sendero hasta alcanzar la zona de aparcamiento.
Desde allí
nos desplazamos hacia El Picacho, para almorzar en un merendero a la sombra,
que tuvimos que improvisar, pues en todas las mesas daba el sol de pleno.
Tras el
almuerzo, nos dirigimos a la Laguna del Picacho, donde nuestro profesor tenía
interés en localizar en los bordes de la orilla, alguna especie singular de
plantas.
Pasadas las
cuatro de la tarde, las aguas de la Laguna reposaban en silencio y servían de
espejo a la vegetación que la rodea, remarcando las flores rosadas de las
adelfas (Nerium oleander) entre los huecos que dejaban las
plantas acuáticas. Mientras nuestro experto botánico aguzaba la vista en el
despunte de especies curiosas, el resto paseábamos por los alrededores,
provocando el chapoteo de las ranas que tomaban el sol placenteramente sobre
alguna piedra.
La cumbre del Picacho nos vigilaba desde las alturas, recortando
el límpido cielo azul con los tonos verdes de la montañera vegetación
y grises de la arenisca del Aljibe.
Finalmente,
la visita a la Laguna resultó muy positiva, desde el punto de vista botánico,
pues nuestro querido profesor localizó 2 especies significativas. Hablamos del Apium
inundatum
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Apium inundatum |
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Apium inundatum |
y del Juncus heterophyllus, la primera poco frecuente y la segunda no citada hasta ahora en nuestra provincia.
Acabamos
este doblete excursionista, lleno de aspectos positivos en todos los sentidos,
y quedándonos con ganas para el próximo martes, de repetir en otro entorno
igual o mejor que el de hoy.