Traemos hoy a nuestro blog la excursión a Valdeinfierno, que llevamos a cabo en el pasado mes de Mayo y cuya crónica publicamos a continuación.
Este paraje se encuentra en el término municipal de Los Barrios, dentro del parque natural de Los Alcornocales y para acceder al mismo hay que tomar la autovía A-381 y dejarla por la salida 73.
Han
transcurrido 3 años ya, desde nuestra última visita a este sendero, que culminó
en el primer encuentro con los Rododendros de esta zona, tras cruzar un
entresijo de troncos y ramas. El espectáculo fue grandioso, y teníamos ganas de
volver a repetirlo, pero la pandemia ha retrasado el calendario, y hoy 4 de Mayo, por fin,
hemos conseguido cuadrar las fechas para repetir la experiencia.
Nos reunimos
un grupo de 8 personas, que nos desplazamos en 3 vehículos, por el tema Covid,
saliendo de Jerez a las 8:30 de la mañana. Paramos a desayunar en la Palmosa, y
seguidamente hasta el aparcamiento de Valdeinfierno, junto a los carteles de
señalización del Corredor Verde Dos Bahías.
Ya en la
zona de aparcamiento, comenzamos con nuestra inquietud en conocer los nombres
de plantas y flores cercanas, acosando a preguntas a nuestro querido profesor,
quien solícito se prestaba a atender nuestra demanda botánica.
Es cierto
que algunas nos sonaban, pero nuestra memoria no retiene los nombres completos
de estas especies, y hay que echar mano de la sabiduría de los técnicos que nos
acompañan.
Comenzaremos
con una planta acuática de pétalos blancos y 6 estambres amarillos, la Baldellia
ranunculoides, que vimos junto a la valla protectora de madera.
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Baldellia ranunculoides |
Cercana
a ellas, la curiosa Ophrys apifera, una orquídea cuyo labelo
simula la forma y colorido de una abeja. Los espinosos tallos de la
Galactites tomentosa, de flores rosadas dispuestas en capítulos
pedunculados y terminales, o las también rosadas, de la familia de las
valerianas, formando ramilletes de inflorescencias, llamadas Centranthus
macrosiphon.
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Ophrys apifera |
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Ophrys apifera
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Galactites tomentosa |
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Galactites tomentosa |
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Centranthus macrosiphon |
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Centranthus macrosiphon |
A nuestro
alrededor, el terreno cubierto de arbustos, con alguna arboleda salteada de
alcornoques, quejigos o acebuches, entre los que se mezclaban abundantes
plantas, como la Dittrichia viscosa o los habituales lentiscos.
Al fondo, las estriadas formaciones de roca arenisca, emergen entre distintas
tonalidades de verde, que se acoplan a estas verticales paredes y grietas
grisáceas.
Iniciamos el
sendero, que ya veíamos remodelado desde la última vez, por la utilización de
maquinaria, y más adelante comprobaríamos los resultados. En la parte
izquierda, había un grupo de arbustos que llamó la atención de algún compañero,
y requirió las consiguientes consultas técnicas. Dentro de este conglomerado en
los primeros pasos, se identificaron algunas variedades de plantas, como la
Parentucellia viscosa, de inflorescencias amarillas en espigas,
bilabiadas, contrastando con las variedades rosadas en forma de trompeta de la
Stegia trimestris. Los espinosos e impenetrables tallos de los
Rubus ulmifolius, dejaban ver unas curiosas hojas azuladas, con forma
ovalada y acorazonada, que resultaron ser de una Cerinthe major,
ahora sin flores, que hubiese sido interesante de ver, pues son inclinadas,
amarillas y de base marrón. Terminamos esta parada transitoria con los pétalos
rosados de la Cistus crispus y con la Melilotus
indica, una hierba erecta y ramificada con pequeñas flores en racimos
de corola amarilla.
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Parentucellia viscosa |
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Stegia trimestris |
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Zarzamora (Rubus ulmifolius) |
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Cerinthe major |
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Melilotus indica |
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Jara (Cistus crispus) |
En nuestro
avance, echamos en falta algunas especies de nuestra anterior visita, sobre
todo una zona pedregosa en mitad del camino donde localizamos a una planta
carnívora típica en este lugar, la Drosophyllum lusitanicum. Estaba
claro que la entrada de maquinaria en el sendero para hacerlo más accesible a
los vehículos, había supuesto la eliminación de algunas plantas.
Afortunadamente en este caso, y para esta especie, se había desarrollado dentro
del vallado colindante, y pudimos sacar variadas fotos de la misma.
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Drosophyllum lusitanicum |
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Drosophyllum lusitanicum |
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Drosophyllum lusitanicum |
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Drosophyllum lusitanicum |
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Drosophyllum lusitanicum |
A nuestra
izquierda, la inconfundible formación rocosa de la Montera del Torero, que
visitaríamos más tarde, y al frente el combinado colorido del sendero, con la
tierra roja a nuestros laterales, el fondo verde y rocoso, el cielo
nublado que dejaba poco espacio a los azules, y los alcornoques a nuestro
paso, inclinando sus torcidos troncos, con el bornizo casi recuperado desde el
último descorche.
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La Montera del Torero, |
Entre esta
abundancia de verde, resaltan las rosadas flores del Gladiolus communis,
pero en unidades aisladas, y cuya etimología recomiendo su lectura. Las
pequeñas orquídeas que vimos hace unos años, estaban prácticamente
desaparecidas. Localizamos a la Serapias cordigera, con
inflorescencias de color purpúreo, y formas muy inusuales. Seguimos encontrando
algunos jaguarzos (Cistus crispus) desplegando sus rosados
pétalos, unidos en su base por numerosos estambres amarillos. De la familia de
las Asteráceas, destacamos la Pulicaria odora, que primero
nacen en roseta en la base del suelo, y luego emerge un tallo erecto, que
culmina en un bonito botón de capítulos amarillos.
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Gladiolus communis |
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Serapias cordigera |
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Pulicaria odora, |
Las
colgantes Briza máxima, unidas a finísimos tallos, dando la
sensación que están tostadas por el sol por el color de sus espiguillas, que se
agitan con la más leve brisa de aire.
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Briza máxima |
Ya
divisábamos el mini bosque que debía custodiar a los Rododendros, y el camino
había sido cubierto por placas de hormigón, que cruzaban el arroyo, para mejor
acceso de los vehículos, y por lo que había sido modificado y adaptado el
sendero. Un par de especies antes de acceder a nuestro objetivo: los espinosos
Ulex borgiae, con flores amarillas adosadas a los tallos en forma de
espigas, y una curiosa Hedera maderensis,
perfectamente acoplada a un tronco de árbol, cual si se tratara de una alargada
y pequeña serpiente reptando entre acorazonadas y verdes hojas asimétricas.
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Ulex borgiae |
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Ulex borgiae |
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Hiedra (Hedera maderensis) |
El arroyo, lo fangoso del terreno y el entresijo de ramas, impedían encontrar
un camino accesible para llegar hasta los Rododendros. Poco a poco fuimos
sorteando los obstáculos, dejando a nuestra izquierda la pared rocosa cubierta
de musgo y líquenes, que proyectaba un suculento frescor a la encrucijada de
este vergel. No todos accedimos por el mismo lugar, ya que cada uno, en función
de sus aptitudes, buscaba trechos de menor dificultad. El primero en llegar fue
nuestro intrépido fotógrafo, que se comportaba como localizador de exteriores
del mundo cinematográfico, abriendo la brecha inicial de entrada al espectáculo
de colorido de los Rhododendron ponticum.
Algunos Quercus canariensis completaban el recinto, con sus
características hojas elípticas de bordes festoneados, así como nubes de
frondosos helechos (Pteridium aquilinum) que cubrían el terreno
por encima de nuestras cabezas.
Los rayos solares realzaban los tonos rosados y
violetas de estas maravillosas flores con forma de trompeta, desde cuyo
interior, cual garganta se tratara, parten flexibles y alargados estambres del mismo
color que los pétalos, terminados en blancas anteras, que rodean a un largo
pistilo, como voces aclamando a su líder. Solo uno de los pétalos de cada flor,
alteraba su tornasol por una mancha de color anaranjado en su mitad, semejante
a un haz de trigo recién segado. Aunque ya habíamos disfrutado de este
espectáculo hace tres años, quizás con mayor floración, no deja de impresionar
encontrarse rodeado de este reducido paraíso, tan efímero en primavera, donde
cada componente del grupo iba desplazándose entre los helechos, captando con
los objetivos las mejores fotos de estos racimos florales, repartidos a nuestro
alrededor en distintas alturas. No faltó la tradicional foto grupal,
aprovechando la elevación de una gran piedra y la fijación de las patas del
trípode.
La vuelta
hacia el sendero, la hicimos en procesión, cruzando el arroyo, y sorteando los
espinosos Rubus ulmifolius, que se adherían a nuestras ropas complicándonos
la salida. Una vez sorteados los obstáculos, y echar un vistazo a nuestro alrededor,
localizando nuevas plantas entre el frondoso verde cercano a los rododendros,
resaltaban los brillantes pétalos amarillos del Ranunculus macrophyllus,
las vainas semejantes a los guisantes del Cytissus villosus o
las verdes ramitas de los brezos (Erica).
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Ranunculus macrophyllus |
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Erica |
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Cytissus villosus
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A través del
camino de hormigón, ascendimos un trecho a instancias de nuestro
profesor, a la búsqueda de especies localizadas en aquellos parajes. Pero las
obras llevadas a cabo, con la ampliación y modificación del camino, se han
llevado por delante todo lo que crecía a pie de sendero, incluidas las
acuícolas que vimos en nuestra anterior visita. Anduvimos un rato en derredor,
pero con resultados negativos. Insistimos en nuestro empeño en tramos próximos
a la alambrada, así como en la pendiente de la izquierda, sin éxito
alguno.
Tras
contemplar y fotografiar el paisaje desde esa altura, con las figuras rocosas
grises y anaranjadas de la Montera del Torero, regresamos hacia el punto de
partida, repasando la flora a nuestro paso. Empezamos con los ramilletes
del Allium scorzonerifolium, con tépalos amarillos y un
nervio verdoso en el centro; la espinosa Genista triacanthos, de
quillas y estandartes también amarillos; los tonos verdes, rosados y amarillos
de los Cistus salviifolius en fruto y las cápsulas obovadas de
color violeta, que forman las flores de la Polygala microphylla.
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Allium scorzonerifolium |
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Allium scorzonerifolium |
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Genista triacanthos |
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Cistus salviifolius |
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Polygala microphylla |
Finalmente,
los fotógrafos se dedicaron a realizar un monográfico detallado
de la Drosophyllum lusitanicum, planta insectívora con flores
amarillas de 5 pétalos, cuyas hojas desprenden unas gotitas viscosas y
aromáticas, que atraen a los insectos.
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Drosophyllum lusitanicum |
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Drosophyllum lusitanicum |
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Drosophyllum lusitanicum |
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Drosophyllum lusitanicum |
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Drosophyllum lusitanicum |
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Drosophyllum lusitanicum |
Nos
desplazamos a la entrada de la Montera del Torero, y mientras unos hacían un
rengue, picando algo bien regado con vino de Jerez, otros pasamos la valla,
inspeccionando el terreno a la caza de alguna planta interesante. No hubo
suerte en la búsqueda, y tan solo repetir algunas de las ya vistas durante la
mañana, como los Cistus salviifolius en fruto, semejantes a un
flan rojo de gelatina; las lígulas amarillas con el centro oscuro de la Tolpis
barbata; el rosado de las valerianas o el morado de las
lavándulas y los Echium plantagineum.
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Cistus salviifolius |
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lavándulas |
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valerianas |
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Echium plantagineum. |
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Tolpis barbata |
Regresamos
con el resto y nos unimos al rengue. Luego nos desplazamos al merendero para
comer, compartiendo las viandas, con la mala fortuna de que un taper de
chicharrones, rodara por los suelos.
Tras el
almuerzo, algunos amigos regresaron a Jerez, y los demás nos fuimos con los
vehículos hacia la zona del Arroyo, para hacer ese pequeño recorrido. Este
tramo no tiene nada que ver con el matutino, y el hecho de ir paralelo al cauce, con posibilidades de cruzar al lado opuesto, te inunda de
frescor y nuevas sensaciones, en las que percibes cómo el abrazo de la
naturaleza en todo su apogeo, va recorriendo tu cuerpo infectando los poros de
la piel, de esa sustancia invisible que te llena de emoción, y te embarga los
sentidos a niveles que rayan la perfección.
Las aguas del Arroyo de
Valdeinfierno, discurrían en calma por un cauce rodeado de verde y
obstaculizado por piedras de todos los tamaños, a la sombra de una variada
arboleda compuesta de alisos, quejigos, sauces, fresnos,
rododendros, laureles y avellanillos entre otros, creando un microclima
a esas horas de la tarde, que animaba a alargar el recorrido, sin echar de
menos para nada el intervalo de la siesta, cuyos sopores te invaden en la
butaca después de comer.
Estos
Canutos albergan gran cantidad de vegetación, y mantienen agua casi todo el
año, llegando a convertirse en pequeños paraísos salpicados de distintas
especies, entre las que observamos al Hypericum perforatum, con
sus pétalos amarillos; las colgantes bayas rojas del Ruscus aculeatus
o los ya mencionados ojaranzos (Rhododendron ponticum)
proyectando el violeta de sus pétalos sobre las cristalinas aguas del arroyo.
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Hypericum perforatum |
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Ruscus aculeatus |
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Rhododendron ponticum |
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Rhododendron ponticum |
Algunos
tramos de este sendero, denotan un aire bucólico, y te transporta a recuerdos
evocadores de la extensa filmografía. El suelo cubierto de hojas secas, los
barandales de madera, la sombra de la arboleda sobre el camino, un solitario
banco entre la hojarasca como el de Penélope en la estación, las grandes
piedras difuminadas en las aguas del itinerante arroyo, etc.
Acabaremos
este recorrido con algunas plantas menos frecuentes por su nomenclatura, aunque
sí hemos podido ver en otros lugares que hemos visitado. Tenemos los pequeños
tallos cubiertos de flores blancas y azuladas, con nerviaciones moradas, de la
Orobanche ramosa, una planta parásita, cuyas raíces se fijan a la
planta anfitriona para extraer los nutrientes.
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Orobanche ramosa |
Junto a la zona del arroyo,
variedad de helechos llamados Osmunda regalis y de la familia de
las apiáceas, las inflorescencias en umbela de color blanco de la Oenanthe
crocata. Finalmente, otra parásita de tallo erecto e inflorescencias en
espiga color malva rojizo, la Orobanche amethystea, también de
pequeño tamaño y semioculta entre las abundantes hojas secas a pie del camino.
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Osmunda regalis |
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Oenanthe crocata. |
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Orobanche amethystea |
Otra
excelente jornada de convivencia, disfrute y aprendizaje de estos maravillosos
rincones naturales, donde las cámaras no son capaces de mostrar lo que la
visión y el resto de los sentidos llegan a experimentar.