Aunque con bastante retraso no queremos dejar pasar más tiempo sin publicar la crónica de nuestra visita efectuada en Octubre del 2.021 a este rincón de la provincia de Cádiz.
Este espacio natural situado en el Campo de Gibraltar, se encuentra dentro del Parque Natural de Los Alcornocales y de los términos municipales de San Roque y Castellar. Se accede por la carretera CA-9203 que se puede tomar desde la A-405 o bien desde la misma ciudad de San Roque.
Su origen está ligado a la Armada, ya que su repoblación estuvo motivada por la producción de madera para la construcción de naves de guerra.
A continuación publicamos la crónica de dicha visita que esperamos resulte de interés para los amantes de la naturaleza.
Solo hemos
podido venir 4 amigos, que llegamos a nuestro destino a las 10:45 horas,
aparcando el vehículo cerca de la fuente de la Alhaja.
Bajamos en
dirección a la fuente, cruzando por la escalinata del puente de madera, y damos un
paseo junto al Arroyo de la Alhaja, con dirección al nuevo puente de madera en
construcción. Este pequeño río, en realidad se llama "de la Laja",
por nacer en una piedra en forma de laja. Finalmente ha degenerado en el arroyo
de la Alhaja.
Las aguas
del arroyo, salpicadas de multitud de hojas caídas, discurrían tranquilas,
formando un espejo del arbolado en él reflejado, con fondo de cielo azul y
blanco, surcado por una flota de pequeños barquitos verdes, amarillos y ocres,
que se desplazaban lentamente, y con el puente de fondo, realzaban un posado
fotográfico lleno de encanto y poesía.
Troncos y
ramas caídos, así como variados tamaños de piedras, obstaculizaban el paso de
las aguas, aunque sin impedir su lento transitar, que se ensanchaba y reducía
por diferentes tramos, pasando nosotros a la otra orilla, aprovechando los
estrechamientos.
Entre las
distintas plantas y arbustos, la arboleda de ribera compuesta sobre todo por
alisos, chopos y fresnos, se elevaba sobre el camino que bordea el arroyo,
y a nuestro paso iremos detallando algunas especies que destacaban, mezcladas
entre la variada vegetación, como la Conyza canadensis, con
inflorescencias agrupadas en racimos, y mezcla de colores blanco, amarillo y
verde, formando pequeñas esferas. Algunos árboles mantienen sus raíces al
descubierto, llegando hasta el mismo cauce del arroyo, como reptadoras
serpientes en busca de su presa.
Conyza canadensis |
Un desnivel en el curso del arroyo, descubría raíces de color rosado y provocaba pequeñas cascadas de agua formando una mini gruta con fondo oscuro. Como ya hemos comentado, las plantas se intercalaban entre la espesa arboleda, y nuestro experto botánico se encargaba de irlas identificando, engrosando nuestra cultura vegetal y siempre difícil de recordar para otras ocasiones.
Destacamos
la Lythrum salicaria, con flores rosadas, o bien un desplegado Parrón
(vitis vinífera), que al trasluz resaltaba el colorido rojo y
verde de sus hojas palmeadas, arropando las ramas de los árboles a los que se
acoplan sus retorcidos sarmientos, y se enganchan sus espirales zarcillos. Una
mirada hacia uno u otro lado del cauce del arroyo, nos transporta y evoca a
zonas de manglares caribeños, donde la arboleda y la vegetación parece envolver
las aguas, formando túneles verdes climatizados, que se reflejan entre ambas
orillas, difuminadas y cubiertas de juncos, trepadoras, hierbas, raíces y todo
tipo de plantas, que acarician y se zambullen al paso de la corriente del
arroyo.
Lythrum salicaria |
Parrón (vitis vinífera) |
Parrón (vitis vinífera) |
Como decía nuestro emérito en sus mensajes navideños, a nosotros también nos llena de orgullo y satisfacción, el poder compartir y descubrir estos enclaves, que, aunque reducidos en tamaño, experimentan gigantes sensaciones, y nos animan a seguir en nuestra empresa de ayudar, conservar y cuidar el medio ambiente, mostrando estas maravillas y parajes vegetales, para concienciar sobre la importancia de su preservación.
Seguimos
hacia el puente en construcción, y enumeramos otras especies, como el conocido Foeniculum
vulgare (Hinojo), que en temporada es hábitat de riquísimos
caracoles. También densos racimos de Senecio jacobea, cuyas
hermafroditas cabezuelas están rodeadas de amarillos floretes.
Senecio jacobea, |
Foeniculum vulgare (Hinojo) |
Una vez bajo
el puente, y para acelerar el recorrido de vuelta, ascendimos por uno de los
taludes laterales, y nos dirigimos a la zona de aparcamiento, para desplazarnos
con el vehículo a otra parte del pinar, concretamente al Sendero del Pinar
Área recreativa. Allí hicimos un rengue en una de las mesas, brindando con
vino de Jerez, antes de perdernos entre la masa arbórea. Seguimos las
indicaciones de nuestro profesor, pues aquello se abría en varias direcciones,
y fuimos avanzando sobre el camino rojizo, cubierto de hojarasca, a cuyos lados
destacaban los depilados troncos de los Quercus suber, que
semejaban a los antiguos pisadores de uva, con pantalones cortos o remangados
hasta las rodillas. Esos alcornoques, parecían estar flotando sobre un denso
mar de helechos (Pteridium aquilinum), que en esta época
del año combinaban su colorido con tonos verdes, amarillos y ocres, en continuo
movimiento por efecto de los rayos solares y el viento. En esta zona, hay
también quejigos, aunque el árbol predominante es el Pinus pinea,
cuyas múltiples raíces se mueven a su antojo, cruzando
los senderos y quedando al descubierto en los terrenos más erosionados. Nos
cruzamos con recolectores de piñas, que habían subido a alturas increíbles,
dejando caer las piñas para luego recogerlas.
Pino piñonero (Pinus pinea) |
Alcornoque (Quercus suber) |
El sendero
nos llevó a toparnos nuevamente con el Arroyo, provocando un cambio
paisajístico similar al de la primera parte del recorrido matutino. El agua era
escasa, aunque el poco caudal no dejaba de reportar el encanto de los reflejos
de la arboleda combinado con el azul del cielo, delimitado por húmedas orillas
cubiertas de hojas, ramas caídas, raíces, o plantas trepadoras, que se
deslizaban hasta la superficie, desde las altas ramas de los árboles de ribera.
Dejando a un lado el arroyo, seguimos por el sendero y alcanzamos el vallado de una finca junto al camino, tipo granja, donde había dependencias para diversos animales, sobre todo caballos. Se acercaba la hora del almuerzo, y regresamos al punto de inicio, pasando nuevamente por los recolectores de piñas, que ya tenían varios sacos llenos. Destacamos el colorido de la Scilla autumnalis, con flores de 6 pétalos color violeta, y las anteras de los estambres más oscuras.
Scilla autumnalis, |
Scilla autumnalis, |
Almorzamos en el mismo merendero del rengue, cerca de las tres de la tarde, y tras descansar un rato volvimos a cambiar de tercio, poniendo rumbo al Sendero de Tajo del Pajarraco. La entrada, a través de una puerta de madera algo estrecha y alto escalón de alzada, nos dio paso a este nuevo sendero, también con predominio de Pinus pinea, aunque con ejemplares tanto de pinos piñoneros, como de alcornoques, con unas dimensiones extraordinarias, que daban a entender la cantidad de años de antigüedad que soportaban sus troncos y raíces.
A un lado, un grupo de plantas de Solanum linnaeanum, venenosa y considerada invasora en algunos países, donde se apreciaban la mayoría de sus frutos secos (tomatitos del diablo) y algunos nuevos. La aridez del verano continuaba en el otoño, y el terreno estaba muy seco con la vegetación mermada por la falta de lluvias, donde el verde era prácticamente exclusivo de la arboleda, las coscojas, palmitos y lentiscos, entre otros.
Solanum linnaeanum |
tomatitos del diablo |
Avanzamos por el amplio camino, muy erosionado, y con abundantes acículas de los pinares. Grandes ejemplares de Quercus suber nos servían de pantalla de photocall para posar junto a ellos, así como algunos Pinus pinea que destacaban en altura, o en el ancho de su tronco. Una gran piedra plana, rodeada de alcornoques, simulaba a la mesa redonda y los caballeros del Rey Arturo, que, con su posición, parece caída del cielo y ha quedado encajada entre la base de los troncos.
Iberis ciliata subsp contracta |
Lentisco (Pistacia lentiscus) |
Otro arbusto característico de esta zona es el Ulex borgiae, con sus amarillos estandartes protegidos por espinosas ramas.
Ulex borgiae |
El sendero nos llevó hasta una zona donde se habían encontrado fósiles marinos, que formaba un gran talud vertical, con piedras y algunos árboles y arbustos casi colgados en el aire, que no aconsejaban acercarse, pues había riesgo de desprendimiento. Nos limitamos a tomar fotos del lugar y dimos por concluido el itinerario. En el regreso, descubrimos entre los pinos una cabaña india construida con ramas, que dio un toque divertido al entorno y al mismo tiempo nos hizo sentirnos miembros de una tribu Sioux, sin la ropa adecuada.
Seguimos
inmortalizando nuestro paseo, adosando nuestro cuerpo a los desnudos y variados
troncos de los alcornoques, así como a los de los pinos piñoneros, intentando
dejar grabado un bonito recuerdo de nuestro transitar por este paraje, donde
estos árboles con decenas de años se mantienen vivos y crecen hasta lo más
alto, cuando se les deja desarrollarse en un espacio libre y alejados de la temible
sierra de los podadores.
Un último
apunte antes de terminar, con otra planta de flores peculiares, de tonos
violetas o rosados, con manchas blancas en el labio inferior, tratándose de la Clinopodium
nepeta.
Clinopodium nepeta. |
Regresamos
por este combinado sendero de arena rojiza y amarilla, donde se mezclaban los
espacios abiertos, con tramos de espesa arboleda formando acortados y frescos
túneles.
Sedum sediforme |
La vuelta la
hicimos por San Roque, con destino Jerez.