A finales de mayo, el calor ya empieza a apretar, así
que este martes decidimos excursionar pegados a la costa, concretamente a los
acantilados de Barbate, ya que el aire que corría parecía que nos iba a
beneficiar un poco. En principio íbamos 4 amigos, pero a última hora hubo una
baja, y sólo nos fuimos tres.
Salimos temprano, desayunamos en nuestra venta
habitual de Medina, y continuamos hacia Barbate para iniciar el sendero de la
Torre del Tajo.
Como ya tenemos otra entrada publicada del
mismo trayecto, que hicimos el 31-8-21, y se repiten muchas plantas y
flores en el sendero, haremos mención a otras distintas, que se suman a
las detalladas hace casi 4 años, y ampliaremos con otras visitas
complementarias.
Resultó una mañana tranquila por el sendero de arena,
protegidos por la agradecida sombra que aportan las redondeadas copas de
los pinos piñoneros, cuyas raíces formaban obstáculos serpenteados en nuestro
caminar, estando siempre atentos para evitar alguna caída inoportuna. No había
mucho tráfico de senderistas, que se cruzaban individualmente o en parejas,
excepto un pequeño grupo que encontramos ya junto a la Torre del Tajo.
Los pinos se extienden hasta el borde de los
acantilados, y de vez en cuando nos desplazábamos lateralmente buscando alguna
especie interesante, para incluirla en el expediente botánico del recorrido. Se
repetían las habituales como la Malcolmia littorea, ahora llamada Marcus-Kochia
littorea, con sus rosados pétalos de base blanca y verde, o la Tolpis barbata,
que parece que te mira con ese ojo central de color marrón en la base de las
lígulas amarillas.
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Malcolmia littorea |
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Tolpis barbata |
Abundantes también los pulgones rojos en las flores, que se
multiplican en las Scabiosa atropurpurea, entre otras.
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Scabiosa atropurpurea |
Avistamos algunos gigantescos Verbascum densiflorum,
que nos superaban en altura, con flores amarillas en racimo, cuya planta parece
que tiene algunos usos medicinales.
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Verbascum densiflorum |
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Verbascum densiflorum |
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Verbascum densiflorum |
Cruzamos por uno de los cortafuegos entre los pinares,
apareciendo a nuestra izquierda una gran ventana azul de aguas oceánicas, con
la silueta de la costa africana al fondo, que separaba las dos tonalidades de
cielo y mar con arenas de playa incluidas.
Esta vez los Iris xiphium estaban
escasos y vimos muy pocos ejemplares, recordando aquél famoso Iris
hipocromatico, de color blanco, que encontramos en nuestra anterior visita,
y que parece que no ha sobrevivido en el tiempo.
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Iris xiphium |
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Iris xiphium |
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Iris xiphium |
Llegamos a la Torre del Tajo,
mencionando el colorido de los ramilletes de Centaurium erythraea, con
sus flores rosadas compactadas, resaltadas con estambres de anteras amarillas.
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Centaurium erythraea |
Nos
acercamos a los acantilados para tomar distintas fotos, contemplando el mar en
calma, y los escasos barcos que cruzaban a esa hora la bahía, apareciendo en
primer plano el Allium commutatum (ajoporro), erguido frente al objetivo de la cámara.
Algún grupo de rocas cercanas parecían jugar entre ellas, formando espuma
blanca alrededor, al contacto con las olas. La forma de una de ellas, me
recordaba por su silueta la isla de Tenerife, pero al negativo.
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Allium commutatum (ajoporro) |
En el mirador, nos
encontramos a un grupo de senderistas, disfrutando del paisaje y de la
estupenda mañana, contemplando esa gran mole de acantilados entre la Playa
de la Hierbabuena y la Playa de los Caños de Meca, con un desnivel cercano al
centenar de metros, compuesto de Calcarenitas y margas arenosas, como una
inmensa tarta cortada por un gran cuchillo aserrado y poco
afilado, refugio de plantas, y aves que vienen y van, aprovechando las
numerosas oquedades que forman esas paredes.
En los alrededores del
mirador, abundan las flores amarillas del Anthyllis cytisoides, resaltando a ras de
suelo los pétalos azulados de la Lysimachia monelli.
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Anthyllis cytisoides |
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Lysimachia monelli |
Aprovechamos para tomar el rengue en el
merendero junto a la Torre del Tajo, e iniciamos el camino de vuelta, para
hacer la siguiente visita, no sin antes echar un vistazo por si había quedado
alguna planta interesante, que había escapado al objetivo de la cámara. Nos
pareció interesante la Bituminaria bituminosa, tanto por su forma como
por el olor que desprenden sus pétalos al frotarlos.
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Bituminaria bituminosa |
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Bituminaria bituminosa |
Nos trasladamos a otro merendero a
comer, y nos fuimos a buscar el Palomar de la Breña, que estaba cercano a la
zona recreativa.
La hora era un tanto intempestiva, las
tres de la tarde, pero había que aprovechar el desplazamiento. Anduvimos un rato
alrededor del hotel, buscando el palomar, del cual vimos una de las paredes en
la parte de atrás, junto a una jacaranda en floración, cuyo color morado se
mezclaba con el rojo de los pétalos de un Hibiscus contiguo.
Por esa misma
zona, y desparramadas por el suelo, había muchas Tropaeolum majus,
con pétalos de color anaranjado.
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Tropaeolum majus |
Siguiendo la cartelería del palomar, nos
llevaba a la entrada del hotel, y ya dentro, nos indicaron el camino a seguir
para el acceso al mismo. Evidentemente no nos esperábamos ese conglomerado de
galerías que datan del siglo XVIII, estrechas y alineadas, repletas de
hornillas, con la medida adecuada para que cupiesen en cada hueco una pareja de
palomas. No vamos a explicar aquí las funciones y utilidades, pues hay mucha
documentación en internet y en los carteles anunciadores, pero es muy
interesante el uso que se daba a los excrementos, que llamaban
"palomina".
Las fotos valen más que mil palabras,
así que publicamos unas cuantas.
Pasada media hora de esta cumplida e
interesante visita, nos dispusimos a completar la jornada con una tercera
etapa: El Tómbolo de Trafalgar.
Rumbo a los Caños de Meca, paramos en la carretera para sacar unas fotos
desde un pequeño hueco en los pinares, que resultó estar alfombrado por
multitud de paneles de Lysimachia monelli, mezcladas en tonalidades
azules y celestes.
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Lysimachia monelli |
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Lysimachia monelli |
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Lysimachia monelli |
Buscamos un lugar junto a la playa para tomar café, pero
estaba todo cerrado. Así que nos dirigimos al lugar habitual, el café bar Las
Dunas, que ese sí estaría abierto. Tomamos un refrigerio y pusimos rumbo al
Tómbolo a través del camino cubierto de arena. Nuestro fotógrafo ya había
salido en avanzadilla para ir aprovechando los planos entre las dunas, y poco a
poco llegamos a las inmediaciones del Tómbolo.
Precedido por una pequeña laguna,
que estaba alambrada en derredor, donde aparecía un cartel anunciando que el
Chorlitejo patinegro es una especie amenazada, que suele transitar por
aquellos parajes. El viento que corría, lo hacía apto para practicar el deporte
del Kite surf, cuyas alas delta desplazaban a los deportistas rozando la
superficie de las aguas atlánticas, formando una capa de espuma blanca al ir
cogiendo velocidad.
En medio de la carretera asfaltada, una
pequeña rotonda de piedras, en cuya parte central, una gran roca servía de base
para un escrito de Benito Pérez Galdós, que ojalá se cumpliese, aunque hasta
ahora, no vamos por buen camino.
A las 17:45 llegamos a la cancela que
impide el acceso al interior del Tómbolo, y comenzamos a hacer un recorrido
circular por detrás de la valla metálica que lo protege. La construcción está
dividida en cuatro partes, siendo la primera de ellas la más larga, con 5
ventanas en perpendicular, lo que puede indicar 5 plantas, luego viene una
cornisa, con otro tramo pequeño de una ventana. A continuación, un mirador
protegido por una valla abalconada de hierro, y finalmente la luz del faro.
Desde esa altura, el paisaje de la Playa
de Zahora, ausente de rocas, y aguas limpias de suaves olas que rompían en la
orilla, cambiando el azul de las aguas por esas mechas blanquecinas que van
invadiendo lentamente la arena seca.
El ángulo izquierdo más rocoso, pero no
exento de belleza, daba más juego a las olas al romper sobre las piedras. Entre
ambos ángulos, y ya cerca de la línea horizontal aparece "La
aceitera", donde esa ebullición marina centrada en la línea de proyección
del faro, añade un aliciente más de esta costa de Barbate.
Dentro de las instalaciones del Tómbolo,
encontramos el monumento Cabeza de Tortuga, sin acceso al mismo debido a la
valla metálica que circunda este espacio.
Una vez terminada la vuelta al recinto,
emprendimos el camino de vuelta entre las dunas, completando nuestro paseo
costero y botánico, con los típicos Eryngium maritimum y la Anchusa
calcarea, matizando el predominio de la Lysimachia monelli en
compañía de la Malcolmia littorea.
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Lysimachia monelli en compañía de la Malcolmia littorea |
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Anchusa calcarea |