Martes 23 de
febrero, íbamos a aprovechar para hacer otro de los tramos del sendero
del Guadalete. Nos desplazamos hasta la Venta de las Carretas, y nos situamos
en el puente que cruza el río y da paso a la Greduela. Desde esa posición, se
veía el tranquilo discurrir de las aguas, así como la escasez de cauce, muy
lejos de las inundaciones de años atrás, en los que las crecidas llegaban hasta
el puente.
La parte
izquierda estaba ocupada por carteles y operarios, que estaban en faena de
desbroce, en uno de los márgenes del río.
En ambas orillas, se reflejaban alineaciones de jóvenes álamos blancos, con tarajes al fondo, y en segundo término, grandes ejemplares de eucaliptos, formando conjuntos pictóricos, realzados por los colgantes amentos, que parecen haber sido perfectamente colocados como adornos en los árboles de Navidad, suspendidos en las ramas de los ejemplares adultos.
Alamos blancos (Populus alba) |
Amentos de los álamos blancos |
Para fotografiarlos de
cerca, cruzamos el puente, y anduvimos unos metros, ofreciendo la disposición
de las copas, con los rayos solares intentando atravesar esas flores sin
pétalos, la sensación de estar lloviendo chuzos de punta, habiendo quedado
suspendidos en el aire a velocidad ralentizada, formando figuras alineadas
colgantes de las ramas desnudas de hojas.
Regresamos
al puente, bajamos por el lateral e iniciamos el recorrido junto al cauce del
río. En esta zona, aparte de recoger la broza, también habían hecho limpieza de
arboleda, formando en el suelo montones de ramas y troncos recortados, a la
espera de ser recogidos.
La arboleda predominante era de eucaliptos y álamos, siendo la mayoría de estos últimos de pequeño calibre y poco agraciados sus troncos, al menos en esta primera parte del recorrido. Los eucaliptos llevan más tiempo junto al río, habiendo tomado los ejemplares una altitud considerable.
De los tocones,
bordeados de hojarasca, comenzaban a brotar nuevas hojas, de color marrón
rojizo, resaltando con el reflejo de los rayos solares, sobre los trifolium verdes
que los rodeaban.
Conforme avanzábamos, la vegetación junto al río se hacía más espesa, formando una maraña que obstaculizaba nuestro paso. Tuvimos que continuar subiendo una loma, por un camino pegado a la alambrada de una finca contigua. La densa hierba estaba adornada por los pétalos amarillos de las Oxalis pes-caprae, que cubrían tanto los bardos como los laterales del sendero junto con las malvas aún sin florecer.
Oxalis pes-caprae |
Oxalis pes-caprae |
Continuamos progresando por este espacio, donde se apreciaban las huellas de vehículos, casi tapadas por la hierba, acompañándonos por la derecha algunas hileras de álamos blancos, que en ocasiones nos encontrábamos con ejemplares de buen tamaño, con los troncos cubiertos de plantas trepadoras, como la Smilax aspera, dando la sensación de que estaban desfilando en un desfile estacional. Algunos estaban arropados en temporada de invierno, como enfundados en grandes abrigos de hojas verdes, mientras que otros llevaban el traje más holgado y vaporoso, con las lianas colgando desde sus ramas más altas, hasta el suelo.
De vez en
cuando se abría algún claro a lo lejos, y podíamos divisar el río. Pero el
resto del recorrido, la vista era ocupada por una masa de arbustos, mezclados
con eucaliptos y álamos, entre los que habían carrizos, tamarix,
las espinosas zarzas o las blandas hojas de las cicutas a punto
de florecer.
Los
eucaliptos sobresalían con autoridad sobre este mini bosque que ronda el
Guadalete, jugando sus altas ramas con los reflejos solares que se escondían
tras ellas.
Desviando la
mirada hacia el río, daba la sensación de estar flotando en un mar de nubes
vegetales, de múltiples tonos verdosos, entre las que emergían los blanquecinos
ramales de los álamos, con las capas adheridas de amarillentos líquenes.
Llegamos
hasta la altura de la Ermita de La Ina, como fin de recorrido, desde
donde apenas podíamos divisar parte de su pequeña torre, por lo tupido del
paisaje. Hacía una semana, estuvimos en la orilla opuesta, visitando los
alrededores de esta ermita de Ntra. Sra. de la Victoria de Aina, que
data del siglo XIV, y que fue levantada en memoria de una gran gesta histórica
en 1339, en esta zona.
La entrada a la ermita está adornada por una fila de palmeras washingtonias, situadas junto a una alambrada, que separa un campo de cultivo de naranjos.
El recinto de acceso, tiene varios bancos
de piedra, y parterres con arbustos de pittosporum, entre otros,
con algún pino que provee de sombra a esa zona de descanso. Delante de la
ermita hay un pozo de paredes blancas, como las de la capilla. Nos asomamos al
rio, pero el terreno estaba blando y peligroso, además de mucha vegetación, y
optamos por quedarnos arriba para evitar cualquier percance.
Por último reseñar que este tramo del sendero del río Guadalete, es el tramo final contemplado en el proyecto presentado por Ecologistas en Acción, a cuya propuesta se ha adherido nuestra asociación.
Quien quiera conocer este proyecto solo tiene que pinchar en el enlace siguiente:
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