Desde este bonito y único rincón se quiere divulgar al mundo entero que Jerez además del patrimonio multi-cultural , turístico ó festivo conocido por casi todos, tiene un patrimonio arbóreo por desgracia desconocido para la mayoría de los ciudadanos de nuestra ciudad.
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sábado, 5 de junio de 2021

Sendero por el río Guadalete en Arcos de la Frontera - Abril 2021

 

 

Esta excursión a Arcos de la Frontera, fue propuesta por un miembro de nuestro equipo, y nos reunimos 6 personas en total, partiendo en la mañana del martes 20 de Abril hacia esta localidad, donde desayunamos junto al Puente Angorrilla, que sería nuestro punto de partida.

Comenzamos con una serie de tomas fotográficas junto al bar, donde entre las ramas de los tamarix y las flores amarillas de la Nicotiana glauca, veíamos la Peña de Arcos, sobre la que se adosan las casitas blancas, tras las que emergen la Iglesia de San Pedro y el Campanario de Santa Maria de la Asunción. 



















Nos fuimos hacia el lecho del río, bajo el puente, para nuestro primer contacto con las aguas del Guadalete. Por este tramo, las aguas cruzaban algo revoltosas, aprovechando los fotógrafos para tomar el pulso a los objetivos, e iniciar con bonitos planos nuestro recorrido junto al río. 















Alzando la vista sobre el cauce, las ramas de un gran eucalipto descubren en otro lado de la Peña, las paredes de piedra de la Iglesia de San Agustín.













La arboleda predominante del sendero la protagonizan los Álamos blancos (Populus alba), de todos los tamaños, entre cuyas ramas aún colgaban los amentos despojándose de las últimas pelusas. 








Nuestros pasos siguen el camino junto al río, y cuando la vegetación lo permite, nos acercamos a verlo de cerca, pudiendo sentir el frescor y la calma de su navegar entre las verdes orillas. 







No es fácil resistir la tentación de dar un puntapié a los meloncillos del Ecballium elaterium, cubierto de flores amarillas, como hacíamos de pequeños, explosionando sus pepitas en modo metralleta. 

Meloncillos (Ecballium elaterium)

Meloncillos (Ecballium elaterium)


















Las plantas y flores silvestres, son similares a otros senderos de la campiña, encontrando la Malva sylvestris, la Centaurea pullata, las Convolvulus althaeoides o las rojas amapolas (Papaver rhoeas) junto a la azulada Anchusa azurea, asomándose a la alambrada, tras la que pastan y descansan un grupo de vacas. 

Malva sylvestris










Centaurea pullata

Convolvulus althaeoides











Anchusa azurea (flores azules)









Opuntias secas, atacadas por la cochinilla, viejos olivos en el lateral opuesto al río, las floridas adelfas (Nerium oleander), y nuevas entradas entre la maleza, donde las eneas invaden a su antojo y los troncos y ramas de los álamos se ciernen sobre el cauce, apareciendo de vez en cuando, solitarios o grupos de Ánades azulones (Anas platyrhynchos), nadando tranquilamente por las turbias aguas. 
































Algún tronco abatido de orilla a orilla, obstaculiza el lento transitar de las aguas, donde la vegetación resulta exuberante, y se mezclan las eneas (Typha) de espigas cilíndricas tupidas de flores marrones, que se van deshaciendo con el viento, formando figuras fantasmagóricas a contraluz, con los punzantes juncos acutus, eucaliptos, álamos, o la olorosa  Mentha suaveolens (Mastranzo o menta de burro), que nos deja impregnadas las manos al frotarla entre los dedos. 













A nuestra derecha, nuevas vistas de la Peña, con las iglesias de San Pedro y el campanario de Santa María. El sendero exterior, tenía zonas donde los álamos se inclinaban sobre el mismo, cubriendo el camino de sombras acogedoras, formando  túneles intermitentes que amortiguan los rayos solares.















El vallado que separa el sendero, alberga casas y huertos de labor, salpicando el lugar con destellos de colores adosados a las alambradas, de bauhinias, rosales blancos, melias o granados, que nos van acercando al Puente de San Miguel, donde el río se va ensanchando. 


Pata de vaca (bauhinias)







Melias

En la orilla opuesta, se ven espacios invadidos por sillas, mesas, incluso barbacoas, como si fuese una zona de acampada. 












La suciedad se mezcla con la maleza, en huecos más cercanos a la población, sin intención alguna de preservar el medio ambiente, y los cañaverales van formando muros de acceso al río, potenciando su catalogación de invasora, a las que se unen los espinosos Rubus ulmifolius, que se van cubriendo de flores rosadas, abriendo sus pétalos y descubriendo multitud de estambres, como un cojín repleto de alfileres. 

Rubus ulmifolius













Aparte de algunos Galactites tomentosa, la verde hierba acoge pequeños grupos de Lysimachia arvensis var. caerulea, con pétalos azules, cuya unión forma una garganta purpúrea de la que emanan los estambres, rematados en anteras amarillas. 

Cardo (Galactites tomentosa)



Lysimachia arvensis var. caerulea

Lysimachia arvensis var. caerulea

























Divisando ya el segmento de hierro del puente, y el rosado de algunos Antirrhinum majus, las aguas pasan mansamente bajo su estructura, haciendo un efecto espejo, recogiendo la proyección de las casas y el poderío de la Peña, que se eleva tras los barandales, destacando de izquierda a derecha las siluetas del Castillo, Santa María, San Pedro y San Agustín, que iban tomando forma entre las ramas de los álamos, y las rojas moras madurando junto a uno de los extremos del puente. 

Antirrhinum majus











Cruzamos al otro lado, y subimos hasta el mirador de Los Cabezuelos, desde donde pudimos plasmar algunas instantáneas, del extraordinario rincón de la naturaleza, que forma este combinado paisajístico.
















Aplacamos la sed en un bar cercano, e iniciamos el camino de regreso a los vehículos, atravesando por las calles del pueblo. 

Nos dirigimos hacia la playita del Lago de Arcos para comer, y a continuación dimos un paseo al borde de las aguas, para ver las especies vegetales del lugar. Antes de comenzar el recorrido, y mientras tomábamos fotos del Lago con Arcos al fondo, destacando las imágenes de las iglesias de San Pedro y Santa María, y el cielo azul de pantalla a un numeroso grupo de nubes blancas y grises, que jugueteaban de un lado a otro, se nos acercó un pato de pico rojo con cara de pocos amigos, y nos estuvo incordiando un rato por las arenas del área de descanso. Finalmente se aburrió de darnos la lata, e iniciamos la inspección botánica, en la que no había que destacar ninguna especie singular, fuera de las habituales. 












Álamos blancos junto a la orilla, de cuyas ramas cuelgan los amentos, y el movimiento de sus hojas parecen hacer señales de morse con los rayos solares. Lantanas de variados colores, cañaverales y tarajes. Altabacas (Dittrichia viscosa) y el amarillo de las flores de las retamas (Retama sphaerocarpa), que se rozan con los tallos de Phlomis purpurea, a cuyos pies se expanden las jaras (Cistus crispus) y resalta el azulado de los Cynoglossum.

Álamos blancos (Populus alba)


Lantanas













Retama sphaerocarpa

Matagallo (Phlomis purpurea)

Jara (Cistus crispus)

Cynoglossum









Los curiosos y diminutos relojitos (Geranium purpureum) con la mezcla de colores verdes y rojizos, donde tímidamente asoma alguna florecilla de tonos malvas, se asientan a la sombra de las coscojas, o de los tallos espinosos de la Calicotome villosa. 

Relojitos (Geranium purpureum)

Relojitos (Geranium purpureum)

















Coscojas




















Entre la arboleda cercana, fresnos, moreras y olmos, se mezclan con otras especies, y terminaremos este recorrido con el disfrute del blanco inmaculado de los pétalos de la rosa sempervirens, que parecen de terciopelo, y de cuya unión brotan decenas de estambres con las anteras marrón tostado.

 

Rosa sempervirens

Rosa sempervirens










Otro magnífico día, por tierra, mar y aire, donde la tierra la escenifica nuestro deambular por el sendero; el mar, la mezcla del río Guadalete y la Laguna de Arcos; y por último el aire, el que nosotros respiramos en nuestros paseos botánicos de los martes, y que hoy ha escenificado la majestuosidad de la Peña de Arcos, derramando ecos Patrimoniales que rebotan en el cauce del río y su entorno, llenando de ondas cargadas de efluvios botánicos, inundando nuestro espíritu de paneles naturales. 

 


 

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