Esta excursión a Arcos de la
Frontera, fue propuesta por un miembro de nuestro equipo, y nos reunimos 6
personas en total, partiendo en la mañana del martes 20 de Abril hacia esta
localidad, donde desayunamos junto al Puente Angorrilla, que sería
nuestro punto de partida.
Comenzamos con una serie de tomas fotográficas junto al bar, donde entre las ramas de los tamarix y las flores amarillas de la Nicotiana glauca, veíamos la Peña de Arcos, sobre la que se adosan las casitas blancas, tras las que emergen la Iglesia de San Pedro y el Campanario de Santa Maria de la Asunción.
Nos fuimos hacia el lecho del río, bajo el puente, para nuestro primer contacto con las aguas del Guadalete. Por este tramo, las aguas cruzaban algo revoltosas, aprovechando los fotógrafos para tomar el pulso a los objetivos, e iniciar con bonitos planos nuestro recorrido junto al río.
Alzando la vista sobre el cauce, las ramas de
un gran eucalipto descubren en otro lado de la Peña, las paredes de piedra de
la Iglesia de San Agustín.
La arboleda predominante del sendero la protagonizan los Álamos blancos (Populus alba), de todos los tamaños, entre cuyas ramas aún colgaban los amentos despojándose de las últimas pelusas.
Nuestros pasos siguen el camino junto al río, y cuando la vegetación lo permite, nos acercamos a verlo de cerca, pudiendo sentir el frescor y la calma de su navegar entre las verdes orillas.
No es fácil resistir la tentación de dar un puntapié a los meloncillos del Ecballium elaterium, cubierto de flores amarillas, como hacíamos de pequeños, explosionando sus pepitas en modo metralleta.
Meloncillos (Ecballium elaterium) |
Meloncillos (Ecballium elaterium) |
Las plantas y flores silvestres, son similares a otros senderos de la campiña, encontrando la Malva sylvestris, la Centaurea pullata, las Convolvulus althaeoides o las rojas amapolas (Papaver rhoeas) junto a la azulada Anchusa azurea, asomándose a la alambrada, tras la que pastan y descansan un grupo de vacas.
Malva sylvestris |
Centaurea pullata |
Convolvulus althaeoides |
Anchusa azurea (flores azules) |
Opuntias secas, atacadas por la cochinilla, viejos olivos en el lateral opuesto al río, las floridas adelfas (Nerium oleander), y nuevas entradas entre la maleza, donde las eneas invaden a su antojo y los troncos y ramas de los álamos se ciernen sobre el cauce, apareciendo de vez en cuando, solitarios o grupos de Ánades azulones (Anas platyrhynchos), nadando tranquilamente por las turbias aguas.
Algún tronco abatido de orilla a
orilla, obstaculiza el lento transitar de las aguas, donde la vegetación
resulta exuberante, y se mezclan las eneas (Typha) de espigas
cilíndricas tupidas de flores marrones, que se van deshaciendo con el viento,
formando figuras fantasmagóricas a contraluz, con los punzantes juncos
acutus, eucaliptos, álamos, o la olorosa Mentha
suaveolens (Mastranzo o menta de burro), que nos deja impregnadas las
manos al frotarla entre los dedos.
A nuestra derecha, nuevas vistas de
la Peña, con las iglesias de San Pedro y el campanario de Santa María. El
sendero exterior, tenía zonas donde los álamos se inclinaban sobre el mismo,
cubriendo el camino de sombras acogedoras, formando túneles intermitentes
que amortiguan los rayos solares.
El vallado que separa el sendero,
alberga casas y huertos de labor, salpicando el lugar con destellos de colores
adosados a las alambradas, de bauhinias, rosales blancos,
melias o granados, que nos van acercando al Puente de San Miguel, donde el
río se va ensanchando.
Pata de vaca (bauhinias) |
Melias |
En la orilla opuesta, se ven espacios invadidos por sillas, mesas, incluso barbacoas, como si fuese una zona de acampada.
La suciedad se mezcla con la maleza, en huecos más cercanos a la población, sin intención alguna de preservar el medio ambiente, y los cañaverales van formando muros de acceso al río, potenciando su catalogación de invasora, a las que se unen los espinosos Rubus ulmifolius, que se van cubriendo de flores rosadas, abriendo sus pétalos y descubriendo multitud de estambres, como un cojín repleto de alfileres.
Rubus ulmifolius |
Aparte de algunos Galactites
tomentosa, la verde hierba acoge pequeños grupos de Lysimachia
arvensis var. caerulea, con pétalos azules, cuya unión forma una
garganta purpúrea de la que emanan los estambres, rematados en anteras
amarillas.
Cardo (Galactites tomentosa) |
Lysimachia arvensis var. caerulea |
Lysimachia arvensis var. caerulea |
Divisando ya el segmento de hierro
del puente, y el rosado de algunos Antirrhinum majus, las aguas
pasan mansamente bajo su estructura, haciendo un efecto espejo, recogiendo la
proyección de las casas y el poderío de la Peña, que se eleva tras los
barandales, destacando de izquierda a derecha las siluetas del Castillo, Santa María,
San Pedro y San Agustín, que iban tomando forma entre las ramas de los álamos,
y las rojas moras madurando junto a uno de los extremos del puente.
Antirrhinum majus |
Cruzamos al otro lado, y subimos hasta el mirador de Los Cabezuelos, desde donde pudimos plasmar algunas instantáneas, del extraordinario rincón de la naturaleza, que forma este combinado paisajístico.
Aplacamos la sed en un bar cercano,
e iniciamos el camino de regreso a los vehículos, atravesando por las calles
del pueblo.
Nos dirigimos hacia la playita del
Lago de Arcos para comer, y a continuación dimos un paseo al borde de las
aguas, para ver las especies vegetales del lugar. Antes de comenzar el
recorrido, y mientras tomábamos fotos del Lago con Arcos al fondo, destacando
las imágenes de las iglesias de San Pedro y Santa María, y el cielo azul de
pantalla a un numeroso grupo de nubes blancas y grises, que jugueteaban de un
lado a otro, se nos acercó un pato de pico rojo con cara de pocos amigos, y nos
estuvo incordiando un rato por las arenas del área de descanso. Finalmente se
aburrió de darnos la lata, e iniciamos la inspección botánica, en la que no
había que destacar ninguna especie singular, fuera de las habituales.
Álamos blancos junto a la orilla, de
cuyas ramas cuelgan los amentos, y el movimiento de sus hojas parecen hacer
señales de morse con los rayos solares. Lantanas de variados colores, cañaverales
y tarajes. Altabacas (Dittrichia viscosa) y el
amarillo de las flores de las retamas (Retama sphaerocarpa), que
se rozan con los tallos de Phlomis purpurea, a cuyos pies se
expanden las jaras (Cistus crispus) y resalta el azulado de los Cynoglossum.
Álamos blancos (Populus alba) |
Lantanas |
Retama sphaerocarpa |
Matagallo (Phlomis purpurea) |
Jara (Cistus crispus) |
Cynoglossum |
Los curiosos y diminutos relojitos (Geranium purpureum) con la mezcla de colores verdes y rojizos, donde tímidamente asoma alguna florecilla de tonos malvas, se asientan a la sombra de las coscojas, o de los tallos espinosos de la Calicotome villosa.
Relojitos (Geranium purpureum) |
Relojitos (Geranium purpureum) |
Coscojas |
Entre la arboleda cercana, fresnos,
moreras y olmos, se mezclan con otras especies, y terminaremos este recorrido
con el disfrute del blanco inmaculado de los pétalos de la rosa
sempervirens, que parecen de terciopelo, y de cuya unión brotan decenas
de estambres con las anteras marrón tostado.
Rosa sempervirens |
Rosa sempervirens |
Otro magnífico día, por tierra, mar y aire, donde la tierra la escenifica nuestro deambular por el sendero; el mar, la mezcla del río Guadalete y la Laguna de Arcos; y por último el aire, el que nosotros respiramos en nuestros paseos botánicos de los martes, y que hoy ha escenificado la majestuosidad de la Peña de Arcos, derramando ecos Patrimoniales que rebotan en el cauce del río y su entorno, llenando de ondas cargadas de efluvios botánicos, inundando nuestro espíritu de paneles naturales.
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