EL
EJIDO, DESDE LA ESTACIÓN DE TRENES HASTA LAS ANGUSTIAS.
Ejido
es un campo común, un espacio abierto y lindante con un pueblo y donde suelen
reunirse los ganados y El Ejido jerezano era y es la extensa zona que comprende
desde la plaza de las Angustias hasta la actual estación de trenes, es decir el
entorno entre las calles Porvenir, por un lado y las calles Medina y Cartuja
por el otro.
A
Mediados del siglo XIX este espacio era un erial, pero la construcción en 1854
de la primitiva estación de tren del Trocadero en este espacio, que revolucionó
los envíos de botas de vinos jerezanos para que volaran en un santiamén a las
islas británicas, puso de moda a esta zona , que se llenó enseguida de
gigantescas naves bodegueras, al igual que ocurrió en el barrio de la
Albarizuela, que ya hemos visitado y comentado recientemente.
Antes
de esa época de revolución industrial jerezana existían por allí un par de
bodegas aisladas y estaban “La Hoyanca” y “La Plazuela”, dos buenos barrios
habitados por gitanos. Se había edificado dos ermitas, las de “San Telmo”,
donde se reunían los barqueros que faenaban en los ramales del Guadalete
que rodeaban a casi todo Jerez y la del "Cristo de la Yedra", donde se veneraban a sus imágenes titulares del Cristo de la Expiración
y la Esperanza de la Yedra. Y por último dos conventos de monjas, el de “Madre
de Dios” y el de “Las Esclavas” y dos templos relativamente modernos “San Juan
Bautista de Los Descalzos” y “Las Angustias”, pero lo demás, era hasta
entonces, un descampado.
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Espadaña del convento de Madre de Dios con árbol de júpiter a la izquierda y limpiatubos a la derecha |
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Plaza de Madre de Dios |
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Lagunarias en calle Porvenir |
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Limpiatubos (Callistemon viminalis) |
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Busto del cantaor Manuel Torres en la plaza Madre de Dios |
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Convento de Madre de Dios |
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Monumento de Manuela Mendez "La chaty" |
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Arbol de júpiter (Lagerstroemia indica) en floracion, calle Porvenir |
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Erythrina en floracion, calle Porvenir |
Más
tarde y al fondo de la calle Porvenir se estableció después la “Estación de
Pequeñas”, pero desde mediados del XIX todo lo demás eran bodegas tan hermosas
como la de Diez& Hnos., frente por frente de la fachada de la estación. Un
edificio enorme y dotado de unas oficinas que eran la primera imagen de gran
ciudad que veían los viajeros que llegaban “como churros” por ese enclave vital
de nuestra ciudad. Una visión que hoy, desgraciadamente, es de total abandono
al salir de un apeadero de trenes que mueve más de dos millones de viajeros al
año.
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El Sagrado Corazón que preside la fachada de las antiguas bodegas Diez Hnos. |
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Edificio de las antiguas oficinas de las bodegas Diez Hnos., hoy destinado a convertirse en centro de salud |
Una
bodega que ocupaba parte de las calles Ferrocarril, Méndez Núñez y Madre de
Dios, llegando prácticamente hasta las Puertas
del Sol y que originariamente se hallaba
llena de patios y jardines interiores cubiertos de parras y de hermosos árboles
entre los que destacaba un excelente ejemplar de Ceiba que aún se conserva en
su recinto interior y que deberemos tratar de evitar que se tale cuando el
edificio sea convertido, "en breve", en un nuevo centro de salud.
En
este espacio existieron otras muchas bodegas, como la de los Ventura Misa y la
que fue propiedad durante muchos años de Doña Pilar Aranda, la primera mujer
bodeguera de Jerez y actualmente de Alvaro Domecq, que posee los suelos
empedrados mejor de toda la ciudad, con permiso de los de “El Molino”, de
bodegas Fundador.
También
radicaban en El Ejido las bodegas de Espinosa de los Monteros, en las Puertas
del Sol, frente por frente a la de La Serrana, que perteneció al Marqués de Torresoto primero
y más tarde a Alvaro Pérez-Luna.
Pero
en el centro de todo este enjambre empresarial estaba la primitiva estación de
Ferrocarriles, que a finales de los años 20 del siglo pasado fue reemplazada por
el colosal edificio actual, atribuido al afamado arquitecto Aníbal González que
diseñó una lucida fachada de ladrillo visto al más puro estilo historicista o
neomudéjar andaluz, donde destacaban sus esbeltas cinco torres coronadas
originariamente con tejas vidriadas de color verde y la espectacular cubierta
de metal y cristal de sus andenes, decorados además con azulejos trianeros de
Mensaque de singular belleza. Uno de los edificios ferroviarios más imponentes
y extraordinarios de España.
En
la cercana calle Cartuja, que estuvo cubierta hasta hace unos 20 años por
inmensos plátanos de sombra o paseo ( Platanus hispánica) y de la que aún se
conservan una buena parte en las calles de
Medina y Porvenir, se encontraba la enorme bodega de Herederos de Argüeso.
Originarios de Sanlúcar, la familia bodeguera decidió a principios de 1940
invertir en la ciudad de Jerez, habida cuenta de la fortaleza que estaba
experimentando el consumo de los vinos finos por toda España, y trasladaron a
nuestra ciudad a: ¡gran parte de sus existencias de manzanilla!
Por
iniciativa de su enólogo, gran amante de los árboles y de las plantas en
general, los vinateros sanluqueños construyeron un primoroso jardín con formas
renacentistas en un patio interior situado al fondo de la nave bodeguera, al
que se accedía después de atravesar sus majestuosos arcos entrelazados.
Abundaban en el mismo alargados cipreses italianos y tuyas piramidales que se
alternaban con elegantes setos de bojs que formaban cuarteles rellenos de
agapantus, azucenas y gladiolos blancos,
que floreaban todos juntos en mayo recreando el ambiente y generando un aroma
aplastante y casi abrumador.
Frente
a esta bodega y durante la segunda mitad del siglo XX existió un bar llamado El
Canuto que curiosamente estaba rodeado de arboles jaboneros de las Indias (
Sapindus saponaria), los únicos ejemplares que había en Jerez. Debido a unas
obras realizadas en esta zona fueron trasplantados al Zoobotánico y al parque
de santa Teresa, donde afortunadamente pueden aún contemplarse.
Muy
cerca de allí, en la calle Medina, se hallaba otra hermosa bodega, Palomino y
Vergara, actualmente llamada “Del dios Baco”, extraña y
seguramente debido a una pequeña escultura en piedra del dios romano del vino,
que puede contemplarse en el ápice de su cornisa de su nave principal.
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Antigua bodega de Palomino & Vergara, hoy Bodegas Dios Baco |
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Figura del dios Baco presidiendo la bodega |
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Justo delante de la bodega una alineación de naranjos amargos |
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Iglesia de Los Descalzos en la calle Medina |
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Platanos de paseo (Platanus x acerifolia) de la calle Medina |
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Plátanos de paseo en la calle Medina |
Esta
ilustre sociedad vinatera del Tío Mateo poseía una de las instalaciones más
completas de la ciudad, incluyendo también un jardín del que aún se conservan
algunos ejemplares en la hoy denominada Plaza de la Amargura, tales como dos
pinos carrasco (Pinus halepensis) y un suculento ciprés horizontal (Cupresus
sempervirens var. horizontalis) que se alternan con plantaciones recientes de
plataneras canarias enanas (Musa acuminata d.c.), aves del paraiso (Strelitzia nicolai), jacarandaes (Jacaranda mimosifolia) y árboles del fuego
(Grevillea robusta).
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Panorámica de las antiguas bodegas Palomino & Vergara dónde se puede apreciar el espacio que hoy ocupa la Plaza Virgen de la Amargura |
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plataneras canarias enanas (Musa acuminata d.c.) |
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ciprés horizontal (Cupresus sempervirens var. horizontalis) |
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jacarandaes (Jacaranda mimosifolia) |
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jacarandaes (Jacaranda mimosifolia) |
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jacarandaes (Jacaranda mimosifolia) |
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pinos carrasco (Pinus halepensis) |
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plataneras canarias enanas (Musa acuminata d.c.) |
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aves del paraiso (Strelitzia nicolai) |
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árbol del fuego (Grevillea robusta) |
Siguiendo
nuestra caminata por Calle Medina, nos encontramos con otras de las bodegas
singulares como la “Bodega del Cuadro”, actualmente de la compañía Diez-Mérito.
Esta bodega edificada en 1819, treinta y cinco años antes de la
creación del tren del Trocadero, es una de la más antiguas de la ciudad, aunque
posterior a la anexa que la misma firma posee en la calle Porvenir, la Bodega
Bertemati, levantada nada mas y nada menos que en 1790.
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Bodega El Cuadro |
En
su entrada principal por la calle Diego Fernández Herrera y tras una elegante
portada de estilo neoclásico y rejas de hierro forjado, se esconde un coqueto
jardín repleto de naranjos amargos (Citrus aurantium) y hermosos parterres de
arrayanes ( Myrtus communis ) rellenos de rosales, agaves y otras diversas
plantas cactáceas.
Terminamos
nuestra ruta por El Ejido en la Plaza de Las Angustias, seguramente uno de los
lugares más interesantes por su variedad botánica de toda la ciudad. Encontramos en la misma desde
una alineación de pimenteros brasileños (Schinus terebinthifolius) que durante
el invierno llenan sus copas de preciosos racimos de semillas rojas, un
ejemplar singular de dombeya de otoño (Dombeya tiliácea) de espectacular
floración de ramilletes blancos y colgantes y una palmera azulada de Bismarck
(Bismarckia nobilis), de excelente porte.
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Azulejo de la Virgen de Las Angustias |
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Iglesia de Las Angustias |
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pimenteros brasileños (Schinus terebinthifolius) |
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pimenteros brasileños (Schinus terebinthifolius) |
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pimenteros brasileños (Schinus terebinthifolius) |
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dombeya de otoño (Dombeya tiliácea) |
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dombeya de otoño (Dombeya tiliácea) |
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palmera azulada de Bismarck (Bismarckia nobilis) |
En
una de sus esquinas los miembros de nuestra asociación pudimos contemplar el
adorno que producen allí un grupo de aves del paraíso gigantes ( Strelitzia
nicolai) y la orquesta de colores de un conjunto de chorisias (Ceiba
speciosa), de singular belleza, que llenan la otra esquina de la plaza de un
concierto de tonalidades rosas desde casi mediados de verano hasta finales de
otoño.
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chorisias (Ceiba speciosa) |
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chorisias (Ceiba speciosa) |
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chorisias (Ceiba speciosa) |
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aves del paraíso gigantes ( Strelitzia nicolai) |
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aves del paraíso gigantes ( Strelitzia nicolai) |
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Monumento en honor de Juan Manuel Durán González, teniente de la expedición del Plus Ultra |
En
el otro lado de la plazoleta y frente al original patio de los naranjos de la
Iglesia de la Santísima Trinidad, de 1569 y estilo barroco, encontramos un esbelto
limpiatubos o escobillón ( Callistemon citrinus) y un ejemplar de
Brachichito rosa ( Brachychiton discolor), especie prácticamente inexistente en nuestra ciudad y que fue
donado y plantado por nuestra asociación junto con nuestros amigos sevillanos de Jardines de la Oliva, hace unos cuatro años, y de cuyo vivero procedía este ejemplar.
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Patio de entrada a la iglesia de la Santisima Trinidad |
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limpiatubos ( Callistemon citrinus) |
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limpiatubos ( Callistemon citrinus) |
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Brachichito rosa ( Brachychiton discolor) |
Acabamos
este relato bodeguero y arbolero de El Ejido jerezano en la calle Cazón, en el
corazón mismo del barrio de la Plazuela y entre sus dos calles más singulares,
las del “Sol” y “Empedrada”. En el número 11 de esa calle, existió una bodega
que no siendo la más grande de cuantas se edificaron por esta zona, era la más
bella, la más íntima y la que producía los mejores finos de cuantos se criaban
en Jerez.
Era
una “bodeguita” de apenas mil botas y semi-subterránea, que soportaba encima ,
sobre su cubierta una casa de vecinos en cuyo piso más alto vivió el mítico
cantaor D. Antonio Chacón, el rey de las “malagueñas”, las “granaínas” y los
cantes de Levante.
Originariamente
esta bodega fueron las caballerizas del Palacio de Villapanés (
barroco-neoclásico, siglo XVIII). Sus suelos bajos, el aislamiento térmico de
su cubierta y los grandes arcos entrelazados de medio punto, aireaban y
refrescaban el espacio y lo hacían perfecto para la crianza biológica del vino
fino, (tan buenos que ríanse ustedes de las afamadas bodegas sanluqueñas de manzanilla
).
(El
propietario de esta romántica bodega durante la segunda mitad del s.XX, era el
padre del autor de este relato. Amante
hasta la obsesión del vino de Jerez y fervoroso jardinero, cuidaba a sus
solerajes con mayor esmero, si cabe, que a sus propios hijos(?), y regaba el
jardín del patio trasero, que colindaba con la calle Mariñíguez, con el mismo
cariño que lo hacía con sus vinos.
Mis
hermanos y yo correteábamos de niños por ese patio bajo sus moreras de hojas
aserradas, oliamos los chorros de aromas
que expulsaban las botas de crianza de vinos finos y de los amontillados que
criaba mi padre y que salían a borbotones por los portones directos hacia
nuestros corazones. Oíamos las voces y los cantes roncos de los gitanos que
habitaban la casa de encima y el murmullo de una vieja fuente de mármol que
salpicaba una agua copiosa pero que nos sonaba amorosamente y a la misma gloria
en cada tarde de primavera).
Todo
esto y mucho más, ocurrió y todavía perdura en las estrechas calles y
plazoletas de nuestro Ejido Jerezano. Un espacio de historias, de recuerdos y
de buenos vinos y árboles.
Juan Luis Vega
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