Con varios meses de retraso traemos a nuestro blog la crónica de esta excursión que llevamos a cabo el 19 de Abril del año en curso. Como podrán comprobar nuestros visitantes, esta crónica es más exhaustiva que la que se hizo en su día de este mismo sendero ya que en esta ocasión nos acompañaba el gran conocedor de la flora gaditana Javier Fernández de Bobadilla, quien nos fue descubriendo las especies que íbamos encontrando en el camino.
A continuación publicamos la crónica de esta excursión escrita con todo detalle por Joaquin Caro.
Hacía ya
cinco años exactos, desde nuestra última excursión a este sendero. Esta
vez repetimos 3 compañeros de la anterior, pero de los nuevos
acompañantes, contamos con la inestimable sabiduría de nuestro querido
profesor, para no perdernos detalle de la variada flora de la zona. En total
salimos cinco amigos, desayuno en El Bosque y posterior parada en el Puerto de
las Palomas, para inspeccionar el estado de la vegetación. Las nubes se
desplazaban entre las montañas, observadas por las ramas de los pinsapos,
cubiertas de hojas verdes, puntiagudas, dispuestas en forma de hélice, y
en cuyas terminaciones se adosan las incipientes piñitas de color pardo.
Subimos al
mirador, para contemplar el espectacular paisaje desde esas alturas, dando
la sensación de tener a las nubes, casi al alcance de la mano. El aire soplaba
fuerte, con matices gélidos, agitando las flores de una pequeña Orchis
mascula, de tallo espigado, con su característico color
púrpura, destacando su largo labelo de lengua blanca, salpicado de motas
púrpuras, que solitaria se mecía entre la hierba que cubría la loma. Sin otra
especie que destacar, distinta de las ya comentadas en otras excursiones por
esa zona, continuamos nuestro camino hacia el sendero de Los Llanos de
Rabel.
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Orchis mascula |
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Orchis mascula |
Pasadas las
once de la mañana, estábamos frente a la puerta de entrada al sendero, y ya
nuestro experto profesor comenzó a indicarnos algunas especies asentadas en el
bardo lateral, antes de acceder al comienzo del recorrido.
Comenzamos
por la Linaria platycalyx, de color amarillo, con largo espolón, que
compartía terreno con las también amarillentas Ophrys lutea, que forma
parte de las llamadas orquídeas abeja, por la gran mancha marrón que presenta
en el centro del labelo, imitando el abdomen de estos insectos.
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Linaria platycalyx |
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Ophrys lutea |
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Ophrys lutea |
Traspasamos
la cancela de la entrada, y tras la cartelería expositora del lugar, algo
deteriorada, la piedra blanquecina y gris del lateral izquierdo, servía de
pantalla a la Cerinthe major, con las hojas verdes y azuladas
salpicadas de manchas blancas, y sus flores inclinadas en racimos terminales,
que presentan variados colores, desde el amarillo en su corola, hasta una
combinación de tonos violetas, marrones y rojizos en su base, que vistas de
cerca, cuando la flor está completa, conforman un bonito espectáculo de imagen
y colorido.
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Cerinthe major |
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Cerinthe major |
Nuestro
recorrido es un constante ir y venir fotográfico, donde avanzamos y
retrocedemos según la agudeza visual de los senderistas, o el interés de la
planta. Proseguimos nuestro lento caminar, identificando los blancos pétalos
del Ornithogalum, así como otras dos variedades de orquídeas: la Ophrys
fusca, con mancha negra en el labelo, y la Ophrys speculum, cuya
variedad de colorido pardo y rojizo, unido a los abundantes pelos finos y
sedosos que imitan a los élitros de los insectos, puede confundirse con una
auténtica abeja.
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Ophrys fusca |
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Ophrys speculum |
No nos
olvidamos del arbolado que acompasa este sendero, formado principalmente por
quejigos (Quercus faginea) y encinas (Quercus rotundifolia), cuyos anchos
troncos cubiertos de musgo y helechos en su mayoría, aparecían a derecha e
izquierda, erectos e inclinados, con sus ramas suplicantes hacia las alturas,
rogando por una vejez tranquila y placentera, rodeados de coluviones y canchales con arbustos de esta bonita serranía.
Entre esos
arbustos, esparcidas por las laderas o entre huecos
pedregosos, destaca el color rosado de las jaras (Cistus albidus),
con un crespón en el centro cuajado de estambres amarillos. En menor medida,
también hay grupos de Cistus salviifolius, pero de flores blancas. Contrastando
con el rosa y el blanco, conjuntos de Anthyllis cytisoides, de
hojas verdes trifoliadas y ramas cubiertas de flores amarillas agrupadas.
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jaras (Cistus albidus) |
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jaras (Cistus albidus) |
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Jaras (Cistus salviifolius) |
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Anthyllis cytisoides |
Alzando la
vista al frente del sendero, una larga nube blanca, parece posada en la cornisa
montañosa, dando la sensación de un fondo nevado, más alejado del pinsapar. En
uno de los recodos, la cámara localiza en la parte más baja, el transitar de
las escasas aguas del Arroyo de el Pinar, como si abriese una carrerilla
amarilla entre la pelosa cabellera de verdes quercus que pueblan el valle.
Una planta
típica de encinares y alcornocales, es la leguminosa Erophaca baetics subsp. baetica,
de hojas verdes oblongo-lanceoladas, cubiertas de pelos en el envés, y flores
blancas amariposadas en racimos. Su fruto, en forma de legumbre, es venenoso.
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Erophaca baetics subsp. baetica |
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Erophaca baetics subsp. baetica |
Seguimos con
otra variedad de orquídea, curiosa como las anteriores, cuyo tallo emerge entre
las piedras grises y cubiertas del acolchado manto verdoso del musgo, llamada Orchis
italica hipocromática; con flores en espiga que parecen pequeños
muñecos de color blanco, sujetos al tallo central por una gran gorra, a veces
moteados de puntos color púrpura.
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Orchis italica hipocromática |
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Orchis italica hipocromática |
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Orchis italica |
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Orchis italica |
De vez en
cuando, grandes ejemplares de quejigos, con el lomo tapizado de ese manto
aterciopelado y verdoso de musgo, parecen llamar la atención para servir de
posado en la variada pasarela del sendero, haciendo figuras posturales de todo
tipo, acoplándose perfectamente a este vestuario, diseñado de forma natural.
Localizamos
otro tipo de orquídea, la Neotinea maculata, con las
flores dispuestas en espiga, de color blanco y rosado, y con forma de
casco, que parecen orientadas en la misma dirección.
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Neotinea maculata |
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Neotinea maculata |
En pleno
mediodía, descubrimos la primera peonía (Paeonia broteri). Flores de
pétalos rosados, anchos y ovalados, con los bordes ondulados, que forman la
figura de un cáliz, y en su interior numerosos estambres de anteras amarillas,
acompañados de carpelos lanosos.
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peonía (Paeonia broteri) |
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peonía (Paeonia broteri) |
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peonía (Paeonia broteri) |
Típicos
también de estos terrenos, son los espigados gamones (Asphodelus macrocarpus), con sus vistosas flores blancas y nervio central
verde. Junto a ellos, pero a diferente altura, una nueva orquídea, la Cephalanthera longifolia,
con flores dispuestas en espiga laxa, de sépalos blancos y el epiquilo del
labelo de color amarillo
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gamones (Asphodelus macrocarpus) |
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gamones (Asphodelus macrocarpus) |
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gamones (Asphodelus macrocarpus) |
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Cephalanthera longifolia |
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Cephalanthera longifolia |
En medio de
las pequeñas ramitas caídas y hojas secas de los quejigos, formando una base
grisácea, marrón y ocre, resalta entre sus grandes hojas verdes, los pétalos y
estambres amarillos del Geum sylvaticum.
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Geum sylvaticum |
Miniaturas
florales llamadas Arabis verna, asoman sus cabecitas de cuatro pétalos
violetas, con la base de unión blanquecina, entre la diversidad de plantas,
musgo y hojas secas de los laterales del camino.
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Arabis verna |
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Arabis verna |
Acompañando
nuestro paseo, hay una planta que constantemente aparece en la ladera, entre
árboles, arbustos y zonas pedregosas, formando grandes pompones de flores
amarillas. Hablamos de las aulagas (Ulex baeticus), usadas
antiguamente para calentar los hornos de cal, como el que existe a la
derecha del sendero, donde se conservan los restos de uno de ellos.
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aulagas (Ulex baeticus) |
Avanzamos
unos metros, y nos paramos ante otra variedad de orquídea, ésta con pétalos y
sépalos de color rosado y el labelo pardo rojizo, llamada Ophrys
tenthredinifera, cuyo nombre derivado del griego, significa similar a la
avispa.
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Ophrys tenthredinifera |
El viento
sigue soplando fuerte, y las blancas nubes se desplazan y disipan de su
acoplamiento con los filos montañosos del horizonte, dejando al
descubierto las copas esféricas y piramidales de la arboleda, que
sobresale en los límites más altos de las cumbres serranas.
Desplazamos
la visión hacia el terreno del sendero, y entre grandes piedras observamos
un conjunto de Phagnalon saxatile, con los capítulos amarillos
emergiendo apretados por brácteas verdes y puntiagudas. Este pequeño arbusto,
ramificado en su base, es llamado comúnmente manzanilla yesquera.
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Phagnalon saxatile |
Cerca de
ellas, la bulbosa cebolla albarrana (Urginea marítima),
con sus hojas verdes, pero sin flores.
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cebolla albarrana (Urginea marítima) |
Los grandes
ejemplares de quejigos, situados al pie del camino, con la mitad de su tronco
en la pendiente de la ladera, parecen animarte a un abrazo de amistad,
pero peligroso por el declive. Como mucho, apoyarnos sobre la parte más
próxima, cubierta de musgo y decorada por las trepadoras hiedras, que lo
adornan parcialmente.
Hoy el
rengue se estaba demorando un poco, buscando un lugar adecuado para brindar en
el entorno. Antes vimos un grupo de Saxifraga granulata, con flores
blancas de 5 pétalos, y grandes hojas dispuestas en forma de roseta.
Llamada así, según los antiguos, por la capacidad de romper piedras con
sus fuertes raíces.
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Saxifraga granulata |
Tras el
rengue, franqueamos el paso bifurcado custodiado por un gran pinsapo, y
seguimos con la información botánica a nuestro paso, enumerando la violácea Vinca
difformis, los Viburnum tinus de blancas flores en corimbos, los racimos
de campanillas violetas de las Hyacinthoides hispanica, de pétalos
abiertos y las puntas rizadas hacia arriba como coquetas pestañas, o la
interesante Helleborus foetidus, de flores color verde pálido, con los
bordes de los sépalos ribeteados en rojo, y labial de punta. Es altamente
tóxica y se usaba en la Edad Media para envenenar las puntas de las flechas.
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Vinca difformis |
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Viburnum tinus |
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Viburnum tinus |
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Hyacinthoides hispanica |
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Hyacinthoides hispanica |
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Helleborus foetidus |
La luz solar
se filtra a través de las hojas de la masa boscosa, y proyecta sus rayos sobre
las pequeñas nubes que forman un panel de brezos (Erica arbórea),
resaltando el blanco colorido de sus campanitas con el interior morado,
formando tras el primer plano, disipadas burbujitas que danzan y
pestañean, ante una empalizada de variados troncos y ramas.
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brezos (Erica arbórea) |
Hay tramos
del camino, donde la vegetación es más espesa, y la ladera izquierda roza la
verticalidad, dando la sensación que, de un momento a otro, el funambulista
arbolado se nos va a echar encima.
Entre los
distintos ejemplares de hojas verdes, distinguimos a la Phillyrea
angustifolia y junto a ella unos pequeños brotes de Phillyrea latifolia.
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Labiernago (Phillyrea angustifolia) |
El viento
seguía manejando las nubes a su antojo, y a veces cubrían la cima del Torreón
con una densa capa, como si estuviesen dando unos brochazos de espuma de
afeitar.
Bajamos la vista al pie del camino, y en uno de los laterales donde se
combinan las piedras y el musgo, aparecen multitud de tallos y hojas
verdes del Sedum forsterianum, aún sin florecer, que parecen corear a un
hermoso tallo con flores de la Himantoglossum robertianum, siendo una de
las más altas de su especie, comenzando la floración en el mes de enero.
Floración en espiga, tépalos estriados con colores variables del verde al
púrpura, y el labelo, de gran tamaño, del rosa al púrpura.
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Sedum forsterianum |
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Himantoglossum robertianum |
Pasadas las
dos de la tarde, encontramos nuevas peonías, y esta vez más
variadas en cuanto a tamaño y crecimiento, pudiendo comprobar su
transformación en todas sus fases. Desde los capullos cerrados totalmente,
hasta los más abiertos, pasando por los suaves y tímidos pestañeos de los
alevines, a los que se unen un somnoliento despertar de ojos rosados, con
posterior y lento desperece de pétalos.
Antes de
alcanzar el puente que cruza el Arroyo de el Pinar, algunas plantas más
completan esta primera parte del recorrido. Primeramente, la solitaria Anemone palmata,
de un intenso color amarillo, cuyos alcaloides son altamente tóxicos; grupo de Bellis
sylvestris, con lígulas blancas y algunas Teucrium fruticans
acopladas tras una gran roca.
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Anemone palmata |
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Anemone palmata |
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Bellis sylvestris |
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Bellis sylvestris |
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Teucrium fruticans |
Las exiguas
aguas del Arroyo, discurren por un cauce de base amarillenta, con abundancia de
piedras y rodeado de adelfas. Tras el puente, un prado de erodium como
antesala, y divisamos a lo lejos nuestro destino para almorzar, cercano al gran
Salix babylonica, concretamente en el abrevadero, donde fuimos
colocando las mochilas.
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erodium |
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Sauce (Salix babylonica) |
Mientras
sacábamos las viandas, apareció por allí un inoportuno intruso con cara de
pocos amigos. Un pequeño zorro comenzó a rondarnos para intentar llevarse la
comida. Por más gritos que le dábamos, el animal no se alejaba. Lo intentamos
también con los bastones, pero nada, allí seguía y cada vez más cerca. En una
de éstas, pegó un salto y se subió al abrevadero para coger lo que teníamos
para picar sobre la piedra. Al intentar ahuyentarlo, la comida de uno de
nuestros amigos cayó al agua. Tuvimos que quitar de en medio los alimentos y
guardarlos en las mochilas, sacando las cosas de una en una. El zorro seguía
allí y hubo que echarle trozos de comida, sobre todo la que se había mojado, a
ver si se hartaba y nos dejaba tranquilos.
Si llega a
ser más grande, tenemos que huir por patas.
Por fin se
alejó, y terminamos deprisa el ajetreado almuerzo.
Nos
acercamos a la cancela abierta que da paso al sendero hacia el pinsapar, sin
cruzarla, y anduvimos un rato por los alrededores del Arroyo buscando alguna
planta curiosa. Había bastantes grupos de Euphorbia characias, arbustos
que no llegan al metro de altura, y que en su conjunto parecen ramos sacados de
la floristería. Tienen hojas verde-azuladas, acopladas en espiral en
la terminación de los tallos, sobre todo, y poseen flores muy pequeñas, sin
pétalos, con brácteas amarillo-verdosas y glándulas de color marrón.
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Euphorbia characias |
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Euphorbia characias |
Las nubes
seguían posadas en las partes altas de la montaña y el Arroyo mantenía su
escaso caudal por aquella zona, conservando su tonalidad amarillenta.
Emprendimos el
camino de vuelta, fijándonos en los numerosos árboles que subsisten con los
troncos prácticamente huecos, pero conservando el verdor de las hojas en sus
ramas.
Poco que destacar en el regreso, pues parece que no se nos había
escapado ninguna planta extraña, aunque al final de la ruta observamos
unas flores azuladas que resultaron ser las Gynandriris sisyrinchium,
con los tépalos externos presentando una mancha amarilla o blanca, y los
internos lanceolados de color azul.
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Gynandriris sisyrinchium |
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