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lunes, 14 de noviembre de 2022

Excursión a los llanos de Rabel en el Parque Natural de la Sierra de Grazalema - Abril de 2.022

 Con varios meses de retraso traemos a nuestro blog la crónica de esta excursión que llevamos a cabo el 19 de Abril del año en curso. Como podrán comprobar nuestros visitantes, esta crónica es más exhaustiva que la que se hizo en su día de este mismo sendero ya que en esta ocasión nos acompañaba el gran conocedor de la flora gaditana Javier Fernández de Bobadilla, quien nos fue descubriendo las especies que íbamos encontrando en el camino.

A continuación publicamos la crónica de esta excursión escrita con todo detalle por Joaquin Caro.


Hacía ya cinco años exactos, desde nuestra última excursión a este sendero. Esta vez repetimos 3 compañeros de la anterior, pero de los nuevos acompañantes, contamos con la inestimable sabiduría de nuestro querido profesor, para no perdernos detalle de la variada flora de la zona. En total salimos cinco amigos, desayuno en El Bosque y posterior parada en el Puerto de las Palomas, para inspeccionar el estado de la vegetación. Las nubes se desplazaban entre las montañas, observadas por las ramas de los pinsapos, cubiertas de hojas verdes, puntiagudas, dispuestas en forma de hélice, y en cuyas terminaciones se adosan las incipientes piñitas de color pardo. 
















Subimos al mirador, para contemplar el espectacular paisaje desde esas alturas, dando la sensación de tener a las nubes, casi al alcance de la mano. El aire soplaba fuerte, con matices gélidos, agitando las flores de una pequeña Orchis mascula, de tallo espigadocon su característico color púrpura, destacando su largo labelo de lengua blanca, salpicado de motas púrpuras, que solitaria se mecía entre la hierba que cubría la loma. Sin otra especie que destacar, distinta de las ya comentadas en otras excursiones por esa zona, continuamos nuestro camino hacia el sendero de Los Llanos de Rabel.


Orchis mascula

Orchis mascula




















Pasadas las once de la mañana, estábamos frente a la puerta de entrada al sendero, y ya nuestro experto profesor comenzó a indicarnos algunas especies asentadas en el bardo lateral, antes de acceder al comienzo del recorrido.

Comenzamos por la Linaria platycalyx, de color amarillo, con largo espolón, que compartía terreno con las también amarillentas Ophrys lutea, que forma parte de las llamadas orquídeas abeja, por la gran mancha marrón que presenta en el centro del labelo, imitando el abdomen de estos insectos.

Linaria platycalyx

Ophrys lutea

Ophrys lutea











Traspasamos la cancela de la entrada, y tras la cartelería expositora del lugar, algo deteriorada, la piedra blanquecina y gris del lateral izquierdo, servía de pantalla a la Cerinthe major, con las hojas verdes y azuladas salpicadas de manchas blancas, y sus flores inclinadas en racimos terminales, que presentan variados colores, desde el amarillo en su corola, hasta una combinación de tonos violetas, marrones y rojizos en su base, que vistas de cerca, cuando la flor está completa, conforman un bonito espectáculo de imagen y colorido.

Cerinthe major

Cerinthe major




















Nuestro recorrido es un constante ir y venir fotográfico, donde avanzamos y retrocedemos según la agudeza visual de los senderistas, o el interés de la planta. Proseguimos nuestro lento caminar, identificando los blancos pétalos del Ornithogalum, así como otras dos variedades de orquídeas: la Ophrys fusca, con mancha negra en el labelo, y la Ophrys speculum, cuya variedad de colorido pardo y rojizo, unido a los abundantes pelos finos y sedosos que imitan a los élitros de los insectos, puede confundirse con una auténtica abeja.

Ophrys fusca

















Ophrys speculum

















No nos olvidamos del arbolado que acompasa este sendero, formado principalmente por quejigos (Quercus faginea) y encinas (Quercus rotundifolia), cuyos anchos troncos cubiertos de musgo y helechos en su mayoría, aparecían a derecha e izquierda, erectos e inclinados, con sus ramas suplicantes hacia las alturas, rogando por una vejez tranquila y placentera, rodeados de coluviones y canchales con arbustos de esta bonita serranía.













Entre esos arbustos, esparcidas por las laderas o entre huecos pedregosos, destaca el color rosado de las jaras (Cistus albidus), con un crespón en el centro cuajado de estambres amarillos. En menor medida, también hay grupos de Cistus salviifolius, pero de flores blancas. Contrastando con el rosa y el blanco, conjuntos de Anthyllis cytisoides, de hojas verdes trifoliadas y ramas cubiertas de flores amarillas agrupadas.

jaras (Cistus albidus)

jaras (Cistus albidus)

Jaras (Cistus salviifolius)

Anthyllis cytisoides




































Alzando la vista al frente del sendero, una larga nube blanca, parece posada en la cornisa montañosa, dando la sensación de un fondo nevado, más alejado del pinsapar. En uno de los recodos, la cámara localiza en la parte más baja, el transitar de las escasas aguas del Arroyo de el Pinar, como si abriese una carrerilla amarilla entre la pelosa cabellera de verdes quercus que pueblan el valle.














Una planta típica de encinares y alcornocales, es la leguminosa Erophaca baetics subsp. baetica, de hojas verdes oblongo-lanceoladas, cubiertas de pelos en el envés, y flores blancas amariposadas en racimos. Su fruto, en forma de legumbre, es venenoso.

Erophaca baetics subsp. baetica


Erophaca baetics subsp. baetica

Seguimos con otra variedad de orquídea, curiosa como las anteriores, cuyo tallo emerge entre las piedras grises y cubiertas del acolchado manto verdoso del musgo, llamada Orchis italica hipocromática; con flores en espiga que parecen pequeños muñecos de color blanco, sujetos al tallo central por una gran gorra, a veces moteados de puntos color púrpura.

Orchis italica hipocromática

Orchis italica hipocromática

Orchis italica 

Orchis italica 






































De vez en cuando, grandes ejemplares de quejigos, con el lomo tapizado de ese manto aterciopelado y verdoso de musgo, parecen llamar la atención para servir de posado en la variada pasarela del sendero, haciendo figuras posturales de todo tipo, acoplándose perfectamente a este vestuario, diseñado de forma natural.


















Localizamos otro tipo de orquídea, la Neotinea maculata, con las flores dispuestas en espiga, de color blanco y rosado, y con forma de casco, que parecen orientadas en la misma dirección.

Neotinea maculata

Neotinea maculata























En pleno mediodía, descubrimos la primera peonía (Paeonia broteri). Flores de pétalos rosados, anchos y ovalados, con los bordes ondulados, que forman la figura de un cáliz, y en su interior numerosos estambres de anteras amarillas, acompañados de carpelos lanosos.

peonía (Paeonia broteri)


peonía (Paeonia broteri)

peonía (Paeonia broteri)












Típicos también de estos terrenos, son los espigados gamones (Asphodelus macrocarpus), con sus vistosas flores blancas y nervio central verde. Junto a ellos, pero a diferente altura, una nueva orquídea, la Cephalanthera longifolia, con flores dispuestas en espiga laxa, de sépalos blancos y el epiquilo del labelo de color amarillo

gamones (Asphodelus macrocarpus)

gamones (Asphodelus macrocarpus)

gamones (Asphodelus macrocarpus)













Cephalanthera longifolia

Cephalanthera longifolia





















En medio de las pequeñas ramitas caídas y hojas secas de los quejigos, formando una base grisácea, marrón y ocre, resalta entre sus grandes hojas verdes, los pétalos y estambres amarillos del Geum sylvaticum.

Geum sylvaticum

Miniaturas florales llamadas Arabis verna, asoman sus cabecitas de cuatro pétalos violetas, con la base de unión blanquecina, entre la diversidad de plantas, musgo y hojas secas de los laterales del camino.

Arabis verna

Arabis verna























Acompañando nuestro paseo, hay una planta que constantemente aparece en la ladera, entre árboles, arbustos y zonas pedregosas, formando grandes pompones de flores amarillas. Hablamos de las aulagas (Ulex baeticus), usadas antiguamente para calentar los hornos de cal, como el que existe a la derecha del sendero, donde se conservan los restos de uno de ellos. 

aulagas (Ulex baeticus)

Avanzamos unos metros, y nos paramos ante otra variedad de orquídea, ésta con pétalos y sépalos de color rosado y el labelo pardo rojizo, llamada Ophrys tenthredinifera, cuyo nombre derivado del griego, significa similar a la avispa.

Ophrys tenthredinifera

El viento sigue soplando fuerte, y las blancas nubes se desplazan y disipan de su acoplamiento con los filos montañosos del horizonte, dejando al descubierto las copas esféricas y piramidales de la arboleda, que sobresale en los límites más altos de las cumbres serranas.













Desplazamos la visión hacia el terreno del sendero, y entre grandes piedras observamos un conjunto de Phagnalon saxatile, con los capítulos amarillos emergiendo apretados por brácteas verdes y puntiagudas. Este pequeño arbusto, ramificado en su base, es llamado comúnmente manzanilla yesquera.

Phagnalon saxatile

Cerca de ellas, la bulbosa cebolla albarrana (Urginea marítima), con sus hojas verdes, pero sin flores.

cebolla albarrana (Urginea marítima)

Los grandes ejemplares de quejigos, situados al pie del camino, con la mitad de su tronco en la pendiente de la ladera, parecen animarte a un abrazo de amistad, pero peligroso por el declive. Como mucho, apoyarnos sobre la parte más próxima, cubierta de musgo y decorada por las trepadoras hiedras, que lo adornan parcialmente.





Hoy el rengue se estaba demorando un poco, buscando un lugar adecuado para brindar en el entorno. Antes vimos un grupo de Saxifraga granulata, con flores blancas de 5 pétalos, y grandes hojas dispuestas en forma de roseta. Llamada así, según los antiguos, por la capacidad de romper piedras con sus fuertes raíces.




Saxifraga granulata

Tras el rengue, franqueamos el paso bifurcado custodiado por un gran pinsapo, y seguimos con la información botánica a nuestro paso, enumerando la violácea Vinca difformis, los Viburnum tinus de blancas flores en corimbos, los racimos de campanillas violetas de las Hyacinthoides hispanica, de pétalos abiertos y las puntas rizadas hacia arriba como coquetas pestañas, o la interesante Helleborus foetidus, de flores color verde pálido, con los bordes de los sépalos ribeteados en rojo, y labial de punta. Es altamente tóxica y se usaba en la Edad Media para envenenar las puntas de las flechas.














Vinca difformis

Viburnum tinus

Viburnum tinus










Hyacinthoides hispanica


Hyacinthoides hispanica


Helleborus foetidus










La luz solar se filtra a través de las hojas de la masa boscosa, y proyecta sus rayos sobre las pequeñas nubes que forman un panel de brezos (Erica arbórea), resaltando el blanco colorido de sus campanitas con el interior morado, formando tras el primer plano, disipadas burbujitas que danzan y pestañean, ante una empalizada de variados troncos y ramas.




brezos (Erica arbórea)

Hay tramos del camino, donde la vegetación es más espesa, y la ladera izquierda roza la verticalidad, dando la sensación que, de un momento a otro, el funambulista arbolado se nos va a echar encima.












Entre los distintos ejemplares de hojas verdes, distinguimos a la Phillyrea angustifolia y junto a ella unos pequeños brotes de Phillyrea latifolia.

Labiernago (Phillyrea angustifolia)

El viento seguía manejando las nubes a su antojo, y a veces cubrían la cima del Torreón con una densa capa, como si estuviesen dando unos brochazos de espuma de afeitar. 



Bajamos la vista al pie del camino, y en uno de los laterales donde se combinan las piedras y el musgo, aparecen multitud de tallos y hojas verdes del Sedum forsterianum, aún sin florecer, que parecen corear a un hermoso tallo con flores de la Himantoglossum robertianum, siendo una de las más altas de su especie, comenzando la floración en el mes de enero. Floración en espiga, tépalos estriados con colores variables del verde al púrpura, y el labelo, de gran tamaño, del rosa al púrpura.

Sedum forsterianum














Himantoglossum robertianum











Pasadas las dos de la tarde, encontramos nuevas peonías, y esta vez más variadas en cuanto a tamaño y crecimiento, pudiendo comprobar su transformación en todas sus fases. Desde los capullos cerrados totalmente, hasta los más abiertos, pasando por los suaves y tímidos pestañeos de los alevines, a los que se unen un somnoliento despertar de ojos rosados, con posterior y lento desperece de pétalos.





















Antes de alcanzar el puente que cruza el Arroyo de el Pinar, algunas plantas más completan esta primera parte del recorrido. Primeramente, la solitaria Anemone palmata, de un intenso color amarillo, cuyos alcaloides son altamente tóxicos; grupo de Bellis sylvestris, con lígulas blancas y algunas Teucrium fruticans acopladas tras una gran roca.

Anemone palmata

Anemone palmata





















Bellis sylvestris

Bellis sylvestris





























Teucrium fruticans

Las exiguas aguas del Arroyo, discurren por un cauce de base amarillenta, con abundancia de piedras y rodeado de adelfas. Tras el puente, un prado de erodium como antesala, y divisamos a lo lejos nuestro destino para almorzar, cercano al gran Salix babylonica, concretamente en el abrevadero, donde fuimos colocando las mochilas. 




erodium













Sauce (Salix babylonica)


Mientras sacábamos las viandas, apareció por allí un inoportuno intruso con cara de pocos amigos. Un pequeño zorro comenzó a rondarnos para intentar llevarse la comida. Por más gritos que le dábamos, el animal no se alejaba. Lo intentamos también con los bastones, pero nada, allí seguía y cada vez más cerca. En una de éstas, pegó un salto y se subió al abrevadero para coger lo que teníamos para picar sobre la piedra. Al intentar ahuyentarlo, la comida de uno de nuestros amigos cayó al agua. Tuvimos que quitar de en medio los alimentos y guardarlos en las mochilas, sacando las cosas de una en una. El zorro seguía allí y hubo que echarle trozos de comida, sobre todo la que se había mojado, a ver si se hartaba y nos dejaba tranquilos. 















Si llega a ser más grande, tenemos que huir por patas. 



Por fin se alejó, y terminamos deprisa el ajetreado almuerzo. 



Nos acercamos a la cancela abierta que da paso al sendero hacia el pinsapar, sin cruzarla, y anduvimos un rato por los alrededores del Arroyo buscando alguna planta curiosa. Había bastantes grupos de Euphorbia characias, arbustos que no llegan al metro de altura, y que en su conjunto parecen ramos sacados de la floristería. Tienen hojas verde-azuladas, acopladas en espiral en la terminación de los tallos, sobre todo, y poseen flores muy pequeñas, sin pétalos, con brácteas amarillo-verdosas y glándulas de color marrón.


Euphorbia characias

Euphorbia characias










Las nubes seguían posadas en las partes altas de la montaña y el Arroyo mantenía su escaso caudal por aquella zona, conservando su tonalidad amarillenta.



























Emprendimos el camino de vuelta, fijándonos en los numerosos árboles que subsisten con los troncos prácticamente huecos, pero conservando el verdor de las hojas en sus ramas. 














Poco que destacar en el regreso, pues parece que no se nos había escapado ninguna planta extraña, aunque al final de la ruta observamos unas flores azuladas que resultaron ser las Gynandriris sisyrinchium, con los tépalos externos presentando una mancha amarilla o blanca, y los internos lanceolados de color azul.

 

Gynandriris sisyrinchium




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