Desde este bonito y único rincón se quiere divulgar al mundo entero que Jerez además del patrimonio multi-cultural , turístico ó festivo conocido por casi todos, tiene un patrimonio arbóreo por desgracia desconocido para la mayoría de los ciudadanos de nuestra ciudad.
¿Quiere ayudarnos a descubrirlo.......?

sábado, 12 de agosto de 2023

Excursión al Monumento Natural CUEVA DEL HUNDIDERO, Montejaque (Málaga), Febrero de 2023

 


 
Jueves 16 de febrero, en el que habíamos proyectado una completa excursión dividida en tres etapas, para aprovechar el día en su totalidad.

Solo pudimos realizarla 4 amigos, y salimos temprano desde Jerez con dirección a Montejaque, para bajar hasta La Cueva del Hundidero, parando primero a desayunar en Campillo.

Dejamos el vehículo a un lado del carril, e iniciamos el paseo hacia el comienzo del sendero, contemplando la enorme mole de piedra caliza que forma el Cerro de Tavizna, con algo más de 900 m de altitud. Al NE, la Presa de los Caballeros, adosada a este Cerro.












Alcanzamos el cartel indicador del Monumento Natural Cueva del Hundidero, y continuamos nuestro camino, destacando algunas especies vegetales, frecuentes en estos parques naturales. Pasamos junto a grandes ejemplares de eucaliptos, entre cuyas ramas cargadas de hojas hacinadas, aparecía como una pantalla al fondo, las paredes de roca caliza de la zona montañosa, con el terreno intermedio cubierto de una base arbolada de acebuches, algarrobos, retamas, floración de algunos almendros y diversos arbustos que se reparten aislados o concentrados, según lo permitan las rocas dispersas. A nuestra derecha, un montículo culminado por una veintena de pinos piñoneros, procurando un espacio sombreado al senderista.












A ambos lados del sendero, y diseminados en pequeñas cantidades, resalta el amarillo brillante de las flores de la aulaga morisca (Ulex parviflorus), rodeadas de sus espinosas ramas. Los erectos tallos de los matagallos (Phlomis purpurea), con sus rugosas y peludas hojas a ambos lados, pendientes de la llegada de la primavera para florecer. Junto a ellos, los fuertes tallos de los torviscos (Daphne gnidium), cubiertos de hojas verdes lanceoladas, proyectadas hacia arriba. 











A todo este conjunto, lo adornaban salpicados por los bardos, el azul-violeta intenso de los tépalos de los Iris, siendo el inferior distinto a los demás, que se me antoja como un salto de agua donde los salmones intentan remontar los ríos, semejando esa línea amarilla en el centro, la lucha del pez contra la corriente. 



Pronto iniciaríamos la ruta delimitada por postes de madera, unidos por una gruesa cuerda, que nos serviría de barandilla en los centenares de escalones de bajada a la Cueva. Nuevos carteles indicadores del hábitat de la zona, con las aves más comunes, así como del Sistema Hundidero-Gato.












Ante nuestros ojos, el Cerro Tavizna con la Presa de los Caballeros a sus pies, adornado casi a la mitad, por el cinturón que forma la valla metálica de protección en la parte alta de la Presa. Entramos en el primer pasillo para ver de cerca la profundidad del hipotético salto de agua deseado, pero que en estas fechas está prácticamente seco, y dejamos para la vuelta, la visita completa a la totalidad del camino que el sistema de protección permite.












Pertrechados con nuestros bastones de seguridad, excepto el fotógrafo que se acompañaba del trípode como extremidad adicional, comenzamos el recuento de escalones rodeados de retamas y arbustos, con algún esporádico ejemplar de olivo o acebuche junto al camino. Como era evidente para este tipo de terreno, la escalinata era muy irregular, tanto en largura como altura, habiendo tramos de fácil zancada, y otros que requerían mayor esfuerzo.

Hay un punto de inflexión, casi a mitad del recorrido, donde han colocado un banco para descansar, a partir del cual la pendiente se hace más pronunciada y hay que extremar precauciones.












Reanudamos la bajada, con nuestro fotógrafo en avanzadilla y moviéndose por estos parajes como una cabra montesa, buscando ángulos y perspectivas que inmortalicen nuestro descenso a la Cueva del Hundidero. Si alzamos la vista hacia atrás, y comparando nuestro tamaño con la elevada posición de las rocas, podemos dar rienda suelta a la imaginación, dando la sensación de que la montaña nos está engullendo poco a poco, en una digestión lenta y pausada, y que esas crestas amenazantes de tonos grises y anaranjados, cubiertas de vello verde, van a ir uniéndose de forma orquestada, compactando y acoplando los filos rocosos, como un engranaje de poleas gigantes.














Dejamos a un lado la imaginación y volvemos a la realidad del descenso. Conforme nos vamos acercando a la Cueva, las rocas van dejando paso al verde de la vegetación, incluso algún que otro prunus nos deleita con el colorido blanco y rosado de sus flores. Tras una hora aproximada de camino, pequeños árboles y arbustos en el último tramo del recorrido, como adelfas e higueras, y el brocal de un aljibe protegida por una tapa de hierro. La entrada se asemeja a la isla de Madagascar invertida, y presenta en los laterales de acceso grandes grietas en la roca, como si la hubiesen abierto a fuerza de dentelladas, algún animal prehistórico. 











Una vez en la entrada, el espacio es muy amplio, pero la oscuridad a unas decenas de metros es total, necesitaríamos un un buen equipo eléctrico para aventurarse en sus profundidades, y por supuesto los permisos pertinentes, pero no es nuestra intención pasar de la entrada. Algún aleteo a nuestro alrededor provocado por palomas, que cambiaban su ubicación. Intentamos fotografiar las alturas, pero no era posible con la pobre luz de una linterna, así que tuvimos que conformarnos con una foto grupal iluminada por el flash, donde se aprecia la humedad de las rocas y el brillo de las zonas mojadas. Seguramente una mayor inspección, nos hubiese llevado a descubrir las deposiciones de los murciélagos de cueva (Miniopterus schreibergii) que allí habitan. 








Una vez cumplido nuestro objetivo, iniciamos la vuelta con el ascenso de los más de 470 escalones que componen el camino de acceso a esta Cueva del Hundidero. Poco a poco, y con ayuda de los bastones, fuimos escalando posiciones hasta llegar a la altura de la Presa, donde paramos para hacer el recorrido circular de la misma.









Mirando hacia abajo, y en la base de la montaña, sobre una superficie enfangada, brillan los destellos plateados de un atisbo agónico del río Gaduares, que a duras penas sobrevive en esta época carente de lluvias, y que se asemeja a los decorados fluviales que se ponen en los nacimientos navideños. Fuimos bordeando el camino, que sirve de mirador con distintas perspectivas del paisaje, y aunque está protegido por una valla metálica, siempre hay que estar atentos para evitar accidentes. Tras sacar distintas fotografías del entorno desde esa altura, regresamos a la zona escalonada del sendero. 







Alzando la vista, pudimos contemplar el majestuoso vuelo de los buitres leonados, que se pasean a merced de las corrientes de aire, cubriendo con sus alas desplegadas, el espacio azul que recorta los filos de piedra de la zona montañosa, aterrizando en los salientes rocosos donde construyen sus nidos. Tras las tomas realizadas por nuestro fotógrafo oficial, volvimos al punto de partida, pasando nuevamente por el espacio arbolado de grandes eucaliptos al pie del camino.











Eran ya las 13 horas pasadas, y nos dirigimos a la Estación de Benaoján para comer, y posteriormente disfrutar del entorno y de las pequeñas cascadas del nacimiento de los Cascajales, donde el agua mana serena, bañando las piedras cubiertas de verde en su recorrido. Esta tranquilidad pronto se va alborotando con los cambios de altura, cubriendo de espuma blanca el cauce de las aguas, y produciendo ese mágico sonido que transmite a la vez frescor, y que te atrapa con los cinco sentidos a la vez, si te acercas y te mojas la cara con las manos.  Comienza con una caída alineada de un extremo a otro del cauce, como los dientes de un gran peine, y luego la corriente va sorteando obstáculos, formando figuras fantasmales que se adhieren a las variadas piedras, como cuando la bruma acaricia los árboles del bosque. Fuimos acompañando diversos tramos, desde el nacimiento, pasando por el Molino del Santo, hasta su encuentro con el río Guadiaro.









Terminamos la jornada en el Tajo de Ronda, donde las cámaras trabajaron a pleno rendimiento, buscando perspectivas y encuadres, con la caída del agua bajo los grandes arcos del Tajo, tras la espléndida floración de los prunus que llenaban de colorido los paseos y miradores, que sirven de antesala a este magnífico desfiladero.

 







 

lunes, 7 de agosto de 2023

Una visita al abandonado vivero municipal de El Portal

 


El pasado 18 de julio, hicimos una visita al Vivero Municipal de El Portal, para comprobar el estado actual del mismo. Antes de la pandemia ya habíamos ido un par de veces, y hemos podido constatar que va de mal a peor. 

Sigue en estado de abandono, donde hay mucha variedad arbórea que crece de forma salvaje, y no se aprovecha este espacio en absoluto. 






Árboles que podrían servir para rellenar otros espacios públicos, si tuviesen un mínimo de cuidados y mantenimiento. 

Recientemente ha vuelto a sufrir otro incendio, habiendo basura abandonada, desechos desperdigados por las distintas calles entre la zona arbolada, troncos de palmeras taladas por el picudo amontonadas, así como partes que forman una auténtica selva donde no es posible acceder.





A pesar del reducido espacio de este vivero, se conservan aquí mucha variedad arbórea, que podrían servir para cubrir gran cantidad de alcorques vacíos en las calles de nuestra ciudad.

Vamos a ir enumerando las distintas especies que podemos encontrar, comenzando por tipuanas y jacarandas, así como una pequeña alineación de cupressus sempervirens en su variedad piramidal. Dentro de la variedad de palmeras, tenemos canarias, datileras, washingtonias robustas y filíferas, phoenix reclinata, trachycarpus y trachycarpus fortunei. 









Los distintos caminos del vivero, nos llevan a grupos concentrados de diversas familias, donde se pueden escoger los mejores ejemplares para su trasplante, como almeces, naranjos, jaboneros chinos, paniculata y bipinnata o brachychiton populneus y acerifolius. 





Luego hay otros ejemplares más dispersos, como olivos, acebuches, algarrobos, aligustres japónicos y matizados, ombúes, olmos, quejigos, encinas, callistemon, castaño de indias rojo, moreras, tamarix, etc.




Destacamos la pluralidad y concentración de 
acacia karroo y acacia farnesiana, sobre todo en la parte más cercana al canal de desagüe de la depuradora, donde pudimos ver algunas carpas paseando de un lado a otro, entre la oscuridad de estas aguas fecales.






De pináceas, hay pinos carrascos, algún piñonero y casuarinas. Aunque se habrán quedado muchos ejemplares por enumerar, dejamos para el final ejemplares de Carya illinoensis, escasos en nuestra localidad y que aquí tienen varios ejemplares.





El último incendio se ha dado sobre todo en la zona de palmeras, y a pesar de estar los troncos quemados, parece que no les ha afectado mucho y van a sobrevivir bastantes de ellas.



Este vivero, con los debidos cuidados y mantenimiento, podría adaptarse como un espacio recreativo, y colocar distintos merenderos para pasar ratos de ocio familiar, aprovechando la sombra que procura el arbolado. Todo es cuestión de una buena planificación, interés y presupuesto adecuado, para conseguir algún rendimiento productivo en este espacio prácticamente abandonado.

 

domingo, 23 de julio de 2023

El pasado día 12, el DIARIO DE JEREZ publicó en su edición digital el articulo que reproducimos más abajo de la serie EL ARBOL DEL MES. En la edición en papel aún no se ha publicado. Esperamos que a los visitantes de nuestro blog les resulte interesante su lectura.


                                                        ÁRBOL DEL MES DE JULIO

ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL JEREZ DE LOS ÁRBOLES

Las bellas encinas de Jerez

Las bellas encinas de Jerez.

Las bellas encinas de Jerez.

La encina, también llamada en muchos lugares chaparro o carrasca, es una especie mediterránea y el árbol nacional español. No en vano cubre más de tres millones de hectáreas repartidas por toda la geografía de nuestro país y es citado en “El Quijote” más de 20 veces. Una vieja leyenda aseguraba que “una ardilla podía atravesar desde los Pirineos a Gibraltar saltado de una encina a otra y sin tocar el suelo” Y por supuesto sin pasar hambre y gracias a sus deliciosas bellotas que son también un sabroso bocado para el ganado y en especial para el cerdo ibérico y causante de la dulzura y extraordinario sabor del jamón de pata negra, seguramente el alimento español más reconocido en el mundo.

En Jerez contamos con una buena colección de grandes ejemplares de encinas (Quercus rotundifolia) y hasta un pago de viñedos llamado Carrascal, probablemente porque estuviera poblado por estos bellos árboles antiguamente, aunque desgraciadamente hoy solo quedan allí cuatro o cinco ejemplares vivos. Pero mantenemos algunas encinas enormes para disfrutar de su sombra y de su porte, como los dos magníficas de la calle Fermín Aranda, cerca de la avenida Álvaro Domecq y de una hermana suya que crece en la calle Caldas, junto al Hotel Sherry Park, cuya foto ilustra nuestro árbol de julio y donde, lamentablemente, desaparecieron otros dos ejemplares del mismo calibre, hace unos pocos años.

Pero también pueden admirarse otros estupendos carrascos en el Zoobotánico o en la Urbanización El Bosque, todos ellos naturalmente protegidos. No muy lejos de Jerez, a una hora de camino y en la localidad de Coripe se encuentra uno de los ejemplares más importantes de toda España, el Chaparro de la Vega. Con más de 200 años y una copa de 30 metros, merece la pena realizar una excursión allí para contemplar, no solo su belleza, sino también para soñar imaginando un paseo en aquel encantador tren de la Sierra que debió partir desde Jerez casi hace un siglo, atravesar algunos de sus viejos túneles, el puente sobre río Guadalporcún y finalmente tomar una copa de vino jerezano en su deliciosa estación. ¡No se arrepentirá!