Quizá muchos de nuestros seguidores no conozcan la
bonita historia de los llamados toronjos de Jerez, generalmente denominados
pomelos por casi todos los lugares. Citrus x paradisi es su nombre científico.
La palabra toronja proviene del andalusí ,“turúnga”,
con distintas variantes similares en los idiomas hebreo, árabe y arameo, pero
todas derivan del persa ( torang) y a su vez esta, del sáncrito.
Pero ¿porqué en Jerez se llama toronjos a este
precioso árbol que produce esos frutos redondos llamados pomelos en casi todo
el mundo? Un árbol de cítrico que fue el primero que llegó al Mediterraneo
desde Persia y que encontró el mayor desarrolló de su cultivo en América,
especialmente en El Caribe y sobre todo en Cuba, donde siempre se le denominó
así: “El árbol del toronjo”
Porque a Cuba llegó, en los años 20 del pasado siglo,
un ilustre jerezano, Gonzalo Fdez. de Bobadilla Ragel, un gran enamorado de la
botánica que quedó prendado al instante de la extraordinaria belleza de este
árbol, de sus redondeados y hermosos frutos y de su sabor ácido-amargoso. A su
regreso a Jerez se trajo una gavilla de esquejes que inmediatamente injertó
sobre los naranjos amargos ( Citrum aurantium) que ya existían en el paseo de
entrada de su amada bodega de la calle Cristal, Bobadilla y Cía. Gonzalo era
también un buen amante de los naranjos amargos, tanto que cuando ejerció en
Jerez como Teniente de Alcalde de otro egregio jerezano, el gran Enrique
Rivero, ordenó plantar los naranjos que todavía hoy adornan nuestra calle Larga
y que posteriormente se extendieron por casi toda la ciudad, creando un
verdadero bosque de árboles frutales que llenan de colorido los inviernos
jerezanos y de aromas de azahar los principios de todas sus primaveras. Inventando
una especie de paraíso urbano.
Los toronjos de don Gonzalo Fdez. de Bobadilla se
hicieron enseguida famosos entre las muchas familias de la burguesía bodeguera
jerezana, que plantaron estos árboles en los patios de sus mansiones repartidas
por la ciudad, como el bellísimo ejemplar que adorna la casa palacio de Las
Atarazanas, en la plaza San Andrés, en los huertos de sus residencias de verano
de las afueras de la ciudad, como los que existieron en El Altillo y en El Cuco
y también en los jardines de sus bodegas como la de los marqueses de Misa y
Mérito en la calle Arcos y más recientemente en González Byass, donde se
plantaron toronjos en espalderas en un patio llamado de La Constancia.
Pero hay una segunda historia interesante relacionada
con las toronjas jerezanas, algo que tiene que ver con otro grupo imperante y
significativo de la sociedad de esta ciudad, la etnia gitana.
El árbol del toronjo es llamado también “Cidro”, de
hecho la Real Academia Española de la lengua define a su fruta, la toronja,
como una cidra de forma globosa como la naranja y señala que el nombre de cidro
proviene del latín citrea, plural de citrium (limón)
Y las toronjas son utilizadas en los ritos de las
bodas gitanas desde tiempos inmemoriales. Son un símbolo de la virginidad de
las muchachas que se desposan y también de su futura maternidad, porque las
toronjas se consideran un icono, un atributo ligado a la fertilidad grande y
numerosa, como la fruta misma.
Las invitadas a la boda gitana van colocando una a una
cintas con toronjas escarchadas sobre el cuello de la novia, al tiempo que
bailan, cantan “Yelí, yelí”, elevan en hombros a los novios, los varones se rompes su primera camisa y los
demás asistentes al convite lanzan peladillas de colores al aire en señal de
felicidad. Un ritual ciertamente hermoso que se repite en la ciudad de Jerez en
cada boda gitana.
Pero hay otra curiosidad alrededor de este rito gitano
antiguo: las toronjas escarchadas no son trozos endulzados de los cítricos sino
de la cidra, una especie de calabaza parecida a un melón verde, pintado y
globoso, de la que se se extrae el llamado cabello de ángel, pero que los
gitanos llaman toronjas.
Y la duda que se plantea sobre su origen es:
¿incorporaron los gitanos las toronjas a sus rituales de boda cuando
atravesaron Persia en su éxodo interminable desde la lejana India hasta nuestra
tierra? Y la otra cuestión es: ¿porqué cautivó tanto esta fruta a personas tan
distantes como la relevante burguesía bodeguera y al mismo tiempo a los grandes
artistas gitanos? No se sabe bien, pero lo cierto es que todo este embrujo
sucedió en Jerez.
Juan Luis Vega
Asociación
de Amigos del Jerez de los Árboles
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