El pasado 16 de Abril, el DIARIO DE JEREZ en su edición digital, publicó dentro de la sección EL ARBOL DEL MES el articulo dedicado a los almeces de la plaza Plateros que reproducimos más abajo.
Esperamos que su lectura sea del agrado de nuestros visitantes.
EL ÁRBOL DEL MES DE ABRIL
El almez (Celtis australis) es uno de los árboles
más extendidos de nuestra bonita ciudad.
Te encuentras con lodones, como se denomina
en muchos lugares de España, en cualquier parque
o calle de Jerez. Los hay a miles y seguramente
elegidos por su belleza y fácil adaptación a nuestro
clima (australis significa del Sur) y algunos han
llegado a ser verdaderamente impresionantes.
En Jerez hay también varios ejemplares de la especie Celtis sinensis, en Plaza Aladro y en Avenida de Tío Pepe, una rareza que en su origen, China, puede alcanzar más de veinte metros de altura.
Pero hoy nos fijamos en los que perviven en la Plaza de Plateros y frente a la histórica Torre de la Atalaya o del Reloj, una auténtica reliquia del s. XV y el único monumento civil de nuestra esplendorosa arquitectura gótico-mudéjar, un arte singular nacido de la fusión de dos grandes culturas, (con incorporaciones posteriores de Renacimiento y Barroco) y que en Jerez al ser esculpido sobre piedra y no usando ladrillos, yeserías, maderas o cerámicas se convierte en una colección de edificios casi única en el mundo, aunque desgraciadamente minusvalorado por la mayoría de la población y por algunos de nuestros gestores, incapaces de vender esta riqueza, este arte tan singular y lleno de misteriosos mocárabes, inmensas bóvedas de crucería, nervadas y con dientes de diamantes.
Como cosas curiosas saber que los frutos del almez son comestibles, que en Jerez eran llamados “murtas” y se vendían como golosinas en puestos de chucherías por las calles, junto a azufaifas, majoletos o pencas de alcachofas silvestres hasta los años 50-60 del pasado siglo y que se cree que este árbol, el almez, tan mediterráneo, es el que Homero llamó “Loto”, cuyos frutos probó Odiseo en su vuelta de la guerra de Troya hasta Itaca y al parecer para “enterrar los restos del pasado vividos por los supervivientes de aquella famosa guerra”. Exactamente igual que ocurrió siglos más tarde con nuestro Guadalete, el rio del Olvido, sin vuelta atrás para los musulmanes que lo atravesaron.
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